Hay algo que no funciona. De alguna forma u otra, el corazón de Quilmes termina sudando sangre. Como si la historia se tratara de una corrida de toros. Quilmes galopa atrás del pedazo y el final siempre es el mismo. Con el lomo lleno de banderillas, el alma en pena sólo espera el cuchillazo terminal. Para el deleite de un graderío que mira espantado como otra vida se retira en una camilla teñida de rojo, en el hecho infeliz de observar sin poder hacer nada. Y Quilmes termina siendo apenas un torito carne de cañón para el uso descartable y profiláctico del poder, de quienes dicen “conducir por amor al club”. Con todas las características inherentes que lo meten en esa bolsa que asfixia; con cuernos de engaños y de infidelidades varias; de dirigentes que se dan vuelta y se acomodan según de qué lado sople el viento. El tren se sigue yendo y el Cervecero, sin el pasaje en la mano, deja escapar vagones. Estar clavado en el andén genera impotencia. Y la agria sensación se multiplica porque los que te atan de pies y manos son los que, a priori, deberían impulsarte. Asumir la triste realidad, por más que sea la postal de la involución, es el primer paso para torcer el rumbo.
Tema dirigencial
Se complica hablar de Comisión Directiva cuando las decisiones importantes sólo pasan por la humanidad de José Luis Meiszner. ¿Qué peso puede tener una Comisión Directiva que no cumple la función esencial que debería cumplir? En Quilmes, hablar de Comisión Directiva es una cuestión de formalidad, porque su real existencia está en tela de juicio. La personalización del poder en el secretario general de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) le quitó preponderancia, credibilidad y seriedad. Las reuniones son para “legalizar” lo que quedó cocinado en la mesa chica. El que piensa diferente, o el que tiene alguna objeción a lo “políticamente correcto”, es inducido a la renuncia. Y viva la democracia… Por otra parte, como consecuencia de la última gran movida interna que nació de la pelea entre Meiszner y Juan Carlos Garbaccio (¿qué será de la vida del hombre de bigotes?), emergió la figura de Carlos Coloma, que arrancó su vida en el QAC como opositor y luego, por los vericuetos del destino, se transformó en el estandarte del arco oficialista.
Como primera medida, eso no lo deja bien parado ante el común de la gente, aunque el mundo Quilmes abarque cualquier cosa. Sus declaraciones radiales carecen de argumentos sólidos. Es cierto que debe ser complicado disimular la “Meisznerdependencia”, pero se podría solucionar con un poco de coherencia en el discurso. En una nota que le realizaron en Deportes en FM SUR, dijo que él se iba a hacer cargo de decidir el sucesor de José María Bianco; minutos después, en la misma entrevista, aseguró que la elección era en conjunto. Semanas posteriores, explicó que echaron al Chaucha porque el objetivo era sacar, como mínimo, 39 puntos. No obstante, a Bianco lo fueron porque no era del agrado de Meiszner. Los números de la tabla de posiciones, a pesar de que quieran maquillarlos, le dan la derecha al ex entrenador. ¿Desde cuándo los dirigentes de Quilmes son tan exigentes? La intención no es herir susceptibilidades, pero cada uno sabe quién es, de dónde viene, a dónde va, qué hizo bien y qué hizo mal. Quilmes no está para experimentos, y mucho menos para soportar que el presidente de turno quiera eludir la inteligencia del socio y del hincha genuino. Hasta el momento, nuestros gobernantes nos dieron un club cada vez más chico y desprestigiado.
El año que viene serán las elecciones. Cada afiliado irá a votar por la lista que crea conveniente, y está bien que así sea. Lo importante, más allá del color, es que Quilmes pueda salir adelante. Siempre cabe recordar que el pluralismo se sustenta con la palabra, pero fundamentalmente con los hechos.
La salida de Bianco
José María Bianco es una víctima más de la carnicería política que se vive en el Quilmes Atlético Club. La caída frente a Belgrano era lo que estaba esperando José Luis Meiszner para echarlo. Si no lo despidió antes fue sólo porque los resultados venían acompañando. La jugada, sin dudas, es arriesgada. Y la situación es similar a la que ocurrió con Alberto Fanesi. En aquella oportunidad, el Cervecero cayó con Aldosivi 4-0 y al Doctor, que lo tenían apuntado, le enseñaron la puerta de salida. La debacle llegó después, y todo, como siempre, terminó siendo un circo. Ambos directores técnicos fueron en contra del principio meisznerista: le dieron lugar a los elementos de las divisiones juveniles. Con mayor o menor suerte, Bianco y Fanesi realizaron campañas parecidas, dejaron al equipo en una posición expectante y se tuvieron que ir por la salida trasera, como ocurre a menudo en una institución que carece de seriedad. ¿El Chaucha cometió errores? Si. Nunca pudo consolidar una base y perdió el control con la cantidad de cambios que introdujo de un partido a otro. En realidad, murió con la suya. Él reconoció que no lo desvelaba la alineación de memoria. Incluso, en determinadas circunstancias, por ejemplo en la cancha de Ferro, tras la lesión de Ramón Lentini, metió una variante que no era compatible con su filosofía futbolística. Cedió en lo que pudo, trató de ser contemplativo, pero no alcanzó para satisfacer el paladar de Meiszner. Bianco fue un entrenador serio que convivió en un ambiente desprolijo. Desde ese punto de vista no tiene nada que reprocharse. Y pensar que algunos plateístas gritaban que lo que transmitía el Quilmes de Bianco era peor que lo que se vio durante el ciclo de Alberto Pascutti… Así como se remarcó la paridad entre Bianco y Fanesi, podría señalarse una diferencia sustancial entre los dos últimos orientadores que pasaron por el club: al Beto lo trajo Meiszner y eso le bastó para tener crédito abierto a pesar de hilvanar una tarea lamentable; el santafesino llegó a Quilmes por obra y arte de Coloma, cuando la mano derecha de Julio Grondona se reponía de una intervención quirúrgica.
El éxito no lo garantiza nadie, pero Quilmes con Bianco ganó más de lo que perdió. La continuidad que tuvieron Francisco Cerro, Claudio Corvalán, Enrique Narvay (cuando salió fue porque era insostenible por el bajo nivel), Martín Quiles, entre otros, es merito del ex orientador de Tiro Federal. La balanza dejó más peso en el platillo positivo (¡El Cervecero quedó a tres unidades del ascenso directo!). El Chaucha cargó con el cartel de “defensivo” y tuvo que luchar contra los insultos de los hinchas. Sobrellevó una mochila pesada y se las ingenió para armar una estructura competitiva que nunca, salvo con Belgrano, pasó papelones. Finalmente, a Bianco lo despidieron. Una muestra más de que acá, a los que trabajan bien, no se los valora.
La llegada de Ghiso
La contratación de Jorge Ghiso presupone un cambio importante con relación a la idea que la gente tenía formada alrededor de la figura de José María Bianco. Vitrola es un director técnico más “popular”. Sus antecedentes cercanos, desde la famosa Vitroleta de River hasta el último registro en Ferro, acaparan la atención de una parcialidad que evidentemente quería un cambio de timón. Del ex entrenador de Instituto seduce el estilo, que lo diferencia (en los papeles) de Bianco en cuanto a la propuesta más arriesgada en los planteos previos. Si el Chaucha es hacha, Ghiso, por el contrario, es tiza. Si bien los rótulos mueren dentro de la cancha, o mejor dicho, deben reafirmarse dentro de la cancha, hay ciertos indicios que ponen sobre la mesa el contraste entre una doctrina y la otra. El resto implica ingresar en el delicado terreno de las suposiciones. Lo concreto es que por delante espera una segunda rueda intensa y cargada de micros y aviones. Quilmes, de los diez partidos que tendrá en condición de visitante, deberá salir afuera del ámbito de Capital Federal y el Gran Buenos Aires en ocho oportunidades. Por simple deducción, hacerse fuerte en el Centenario será fundamental para jugar lejos de casa con otro semblante. Habrá que ver quiénes son los jugadores que llegan para reforzar el equipo y cuáles quedan al margen. Como dijo Ghiso en su presentación, no hay que equivocarse en la elección. El tiempo y el trabajo dirán para qué está el Quilmes de Vitrola.
Como antes se expuso una visión crítica con respecto a la vida política e institucional, también es justo mencionar que, ante la decisión de echar a Bianco, la designación de Ghiso denota una clara intención. El candidato de José Luis Meiszner y de Aníbal Fernández era Ricardo Caruso Lombardi, quien precisamente no se caracteriza por apostar al fútbol con vocación de ataque. El Tano tiene un nombre y una trayectoria importante, presenta una chapa mayor a la de cualquier otro candidato, podía darle un empujón anímico al plantel, pero no era lo que Quilmes necesitaba en este momento. El pensamiento de Meiszner hacía foco en que Bianco no tenía herramientas para sacar los puntos que había que sacar en las últimas 19 fechas. Y allí, si la determinación pasaba por traer un entrenador con otras propiedades, está bien que haya llegado Ghiso.
¿Podrá Vitrola colmar las expectativas del ambicioso Coloma, que habló de totalizar setenta puntos para asegurar el ascenso?