A la expectativa…

Se puede renacer de una semana a la otra. Se puede tomar como un paliativo después del traspié en Corrientes. Se puede considerar como un punto de partida dentro de un camino que, seguramente, presentará muchas espinas. También puede ser el freno de mano que detenga la ilusión tras un partido que dejó felicidad por el triunfo pero que, a su vez, le sacó la ropa a un equipo desparejo. Puede ser el envión anímico que se necesita para ser protagonista hasta el final del campeonato. O, por qué no, también puede ser la degustación de una sabrosa porción de fugazzeta bajada con queroseno. En realidad, en Quilmes todo puede pasar. Las lecturas son infinitas. El final de la historia no lo sabe nadie, por más que los dirigentes corran atrás del dulce (incorporaciones rimbombantes, fetichismo por doquier, declaraciones difusas y tristemente célebres, veneración por José Luis Meiszner, entre otros “manjares”). Los tres puntos obtenidos ante Deportivo Merlo dejan el paladar neutro: por un lado, el único resultado posible era el triunfo y el Cervecero, con la presión sobre los hombros, ganó; y por el otro, a la estructura integral por momentos le faltó aceite y, como consecuencia, salir del Estadio Centenario con una sonrisa en el rostro le demandó un trabajo físico y mental que se vio reflejado en las piernas de muchos jugadores.

Después del tormentoso ciclo de José María Bianco, el Quilmes de Jorge Ghiso pisaba por primera vez el Centenario. En los primeros minutos del partido intentó jugar la pelota al ras del piso y eso siempre es saludable. La inclusión de Miguel Caneo sirve porque se trata de un jugador que puede aportar condimentos letales en la zona caliente. El Japonés, si bien mantiene el tranco de siempre, refinó su juego con toques sutiles y, sobre todo en el primer tiempo (luego se agotó), manejó el balón y fue el arquitecto que construyó los ataques del Decano. Además, hubo buenos rendimientos del uruguayo Sergio Rodríguez y de Pablo Garnier. Hay una particularidad importante que no se debe pasar por encima: Quilmes es un equipo que, a partir del alejamiento del Chaucha, se tuvo que refundar. La mención asume un papel protagónico porque el fin de semana que viene empieza la fecha 22. Es un equipo en formación que se está constituyendo sobre la marcha, mientras ya se disputó más de la mitad de la temporada. Todo esto patea en contra del Cervecero y favorece a los rivales. De los adversarios directos, los que se ubican entre el primer puesto y el noveno, sólo Quilmes cambió al entrenador a fin de año.

La cuestión no pasa por poner más o menos delanteros, ni por un dibujo táctico u otro. Antes que nada hay que saber a qué se juega. Se puede ser ofensivo con un solo atacante y, como contrapunto, no ser ofensivo con un ejército colocado en punta. Hasta el momento, aunque sea lógico (¿qué entrenador puede conocer un plantel nuevo, encontrar el andamiaje adecuado y encima cosechar resultados con tan poco tiempo de trabajo?), Ghiso aún recorre las semanas con evaluaciones constantes. A prueba y error. Haciéndose a los golpes. Va a ser difícil que Quilmes, por lo menos hasta la finalización del certamen, lleve el sello de Vitrola como marca registrada. Dependerá de la muñeca del ex orientador de Ferro, aunque el tiempo apremia y, teniendo en cuenta que se transita por un sendero en el que no se permiten equivocaciones, cualquier paso en falso puede ser el pasaje directo hacia otro año en el Nacional B. No es sencillo tatuar una identidad de juego. Y cuando el calendario asfixia, mucho menos. Aún queda viajar a Mar del Plata, Jujuy, San Juan, Córdoba, Santa Fe, Tucumán y Chubut, y eso, por todo lo que representa el traslado y el desgaste, condiciona.

El estilo con los ojos llenos de fútbol que en los papeles traía Vitrola, frente a Deportivo Merlo no se pudo observar. Quilmes intentó por abajo pero nunca encontró los espacios claros, y las pocas veces que lo hizo fue a través de definiciones desacertadas y, en algunos casos, egoístas. Cuando la pelota no circulaba por el césped, se recurrió, como siempre, a los envíos laterales. Ecuación clarísima: Garnier se hizo grande en el complemento por la banda derecha y Sebastián Battaglia, muy tibio por la izquierda, fue reemplazado por Diego Cardozo, quien infló los globos, convocó al público, encendió el estéreo, se puso la corona y, así, se autoproclamó rey de la fiesta. La mayor virtud, cuando el tiki tiki quedó en la teoría, fue haber explotado correctamente un recurso lícito que no se utiliza como prioridad.

Con el correr de los partidos se va a ir viendo para que está Quilmes. El trayecto es largo y la contienda con Deportivo Merlo evidenció que el equipo todavía se encuentra verde, por ende, si se quiere seguir con vida, habrá que mejorar la imagen, más allá de las dificultades. De esta forma, con el final abierto, el Cervecero se mantiene a la expectativa…

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