Cuando en el fútbol se habla de “garantía” hay que empezar a desconfiar. Al no haber verdades absolutas, al tratarse de un juego diametralmente opuesto a la lógica matemática, cualquier cara de la moneda puede caer sobre el paño verde. Las pruebas están a la vista. Infinidad de equipos de estrellas (algunas estrelladas), incluso en Quilmes, terminaron en el desfile del abismo. Por otro lado, hay una realidad insoslayable: los buenos jugadores siempre son el atajo perfecto para hallar la ruta del triunfo, que a la larga, si se conjugan distintos aspectos, es la que conduce al éxito. Los que saben qué hacer cuando tienen la pelota en los pies marcan la diferencia, en muchos casos acentuada. Al asumir como director técnico de Quilmes, Jorge Ghiso aseguró que iba a juntar a los elementos con evidentes condiciones técnicas. El tiempo dirá si Vitrola fue consecuente (o no) con su discurso dulce. Lo que nunca se imaginó el ex entrenador de Ferro es que en el final de la etapa de preparación se iba a cruzar con un hombre que simplificó el trabajo de un equipo que terminó la pretemporada con la canasta llena. Miguel Caneo achicó la brecha. Es ese futbolista distinto que posee atributos que lo catapultan sobre el resto. Que es capaz de pasar a tres defensores con una gambeta enigmática para que luego le cometan penal. Y tomar la responsabilidad de ejecutar lo que él mismo provocó. Y desatar un grito que valió tres puntos. Porque la pierna fuerte ayuda, pero los que te sacan campeón son los intérpretes que llevan el balón como si fuese una parte más de su cuerpo.
Hace dos semanas, cuando la delegación de Quilmes estaba en Jujuy y esperaba el regreso a Buenos Aires en la zona de embarque, Ghiso, con la tranquilidad que le dio la buena actuación del equipo en el Estadio 23 de Agosto, charlaba distendido en uno de los asientos del Aeropuerto de San Salvador. En el medio de un breve análisis de los demás conjuntos que participan en la Primera B Nacional, Vitrola lanzó una frase que le salió de su costado más espontáneo y sincero: “Los sanjuaninos no ganan nunca más”, dijo. A San Martín le costaba recuperar el nivel de la primera rueda, y Ghiso iba al hueso, con la anestesia guardada en un cajón. De todas formas, la premonición no resultaría alejada de la realidad. Por la fecha 25, con el Cervecero en Cuyo, la premisa de estirar las dudas del Verdinegro respaldó la expresión citada. El objetivo estuvo claro desde un principio.
Quilmes tenía una mochila pesada. La derrota contundente con Atlético Rafaela dejó una imagen muy distorsionada. Abrió un paréntesis. Fue un llamado de atención. En San Juan había que ganar: primero para recuperar las unidades que se perdieron en casa; y luego para borrar de la mente el último paso en falso. El Cervecero se plantó ante San Martín con la solvencia que transmite un elenco con ansias de protagonismo. Hubo una diferencia marcada con respecto a lo que se observó el jueves pasado. Frente a la Crema se vio una estructura disminuida, entregada, sin actitud; en el Hilario Sánchez se cristalizó una versión nítida, prolija y “vendible” para el espectador. Y si bien se instaló el tema del esquema táctico como cuestión de estado, vale aclarar que en ambos cotejos se utilizó el 4-4-1-1. La cuestión, a pesar de los esquemas, que son siempre relativos, pasa por cómo y a qué se decide jugar. Cuando la idea es firme, el dispositivo ocupa un rol secundario. La virtud principal de Quilmes fue haberle robado la pelota al Verdinegro. A partir de eso, todas las líneas del campo fueron ganando solidez. Como consecuencia, los rendimientos individuales crecieron.
Pablo Garnier redondeó un trabajo interesante a raíz de un recorrido profundo por la banda derecha. Además del despliegue físico, el volante le agregó buen toque de pelota. Sergio Meza Sánchez reafirmó que, hoy, es inamovible en la alineación inicial. ¿Por qué? Porque recupera y administra la pelota con criterio, y desde allí nacen los ataques limpios. Es el equilibrio. Walter Ribonetto y Sergio Rodríguez se complementaron correctamente y Martín Quiles también se sumó con su aporte de regularidad. El más perjudicado con la formación que elige Ghiso volvió a ser Mauricio Carrasco, quien debe jugar de espaldas al arco y, así, pierde peso en el área rival. Siempre choca con la defensa, más allá de que cuando encara con el balón dominado no siempre resuelve bien. Después, claro, Caneo es capaz de sellar el excelente trabajo colectivo con una jugada de Play Station. Alrededor de la figura del Japonés se abre un comentario que puede sonar antipático para el oído del hincha, aunque no por eso deja de ser válido. Como muchas veces desde aquí se lo ha criticado, en esta ocasión, desde el plano deportivo, haber incorporado a Caneo fue un acierto de José Luis Meiszner.
El triunfo terminó siendo justo. Quilmes fue superior en todo sentido, neutralizó a los de Enrique Hrabina en cada uno de los sectores del campo y, gracias al orden, obligó al Verdinegro a ser un equipo impotente. La personalidad salió a relucir, y eso, tras el cachetazo de Atlético Rafaela, es vital de cara al futuro. Por otra parte, los números indican que el Cervecero se siente cómodo cuando sale de Vicente López y Esquiú: con 21 puntos lidera (con All Boys) la tabla de posiciones en condición de visitante. Ahora la misión será revalidar los tres puntos en el Estadio Centenario, sobre todo para darle mayor fuerza a la cosecha en tierra cuyana. Si los tres halagos en serie lejos de casa se revalidan en el Centenario, el panorama tomará otro color. Y atención: los resultados de los oponentes directos, de los que pelean palmo a palmo por los primeros cuatro lugares, volvieron a favorecer a Quilmes, que ahora quedó en zona de promoción y a cuatro unidades de San Martín de San Juan y de Instituto, que lideran el certamen. Ahora la cabeza de Ghiso ingresará en un laberinto arduo, porque deberá evaluar si para enfrentar a Olimpo cabe la posibilidad de agregar un delantero más. Como Vitrola avisó que no tiene aceitado marcar con un líbero y dos stopper, en el caso de variar, sería con un 4-3-1-2.
¿Ghiso estuvo derecho? Sí, pero ojo: volvió a arriesgar demasiado en la conformación del banco de suplentes. Le salió bien porque Quilmes pasó al frente en el marcador y luego, cuando expulsaron a Matías Di Gregorio, se movió con inteligencia para tocar fichas. Escogió jugadores para cuidar una eventual ventaja y el trajinar del partido le dio la diestra, pero ¿qué hubiese pasado si la situación era inversa y el Cervecero tenía que revertir el resultado? Con tres volantes centrales, sin ninguno para romper por los costados o por el medio, se hubiese complicado.
La última consideración está relacionada a las declaraciones de Jorge Miadosqui, presidente de San Martín de San Juan, quien aseguró que “el ascenso de Quilmes está digitado”. En primer lugar hay que tomar la exposición con cuidado, porque el que conoce a Miadosqui sabe que la verborragia es una característica inherente a su persona. La maniobra del penal no admite controversias: Pablo Díaz hizo bien en sancionar la pena máxima. Sin embargo, omitió otro muy claro sobre Carrasco y expulsó mal a Di Gregorio, a quien le correspondía una tarjeta amarilla. ¿Qué dijo el pope sanjuanino cuando su institución ascendió en 2007 de la mano de Daniel Giménez, quien inventó un tiro libre que Sebastián Brusco cambió por gol y luego adicionó ocho minutos para que San Martín hiciera el tanto del triunfo? Ese choque fue el último que el Sargento dirigió como árbitro profesional. ¿Qué dijo cuando su institución abrió la cuenta ante Quilmes con la ayuda de un alcanza pelotas que acomodó el balón en el córner? La maniobra sucia de Miadosqui no alcanza para ocultar el flojo nivel de San Martín, que, lentamente, va cediendo terreno. Por otra parte, según cuentan, el periodista Fabián Godoy pidió un plenario con los miembros que le entregaron el título de graduación para que le expliquen qué es un penal…