Silencio monumental

El cabezazo en la red de Caneo fue un impacto contundente en el orgullo de los hinchas de Rìver y una caricia del fútbol para el Cervecero. “Esa casualidad”, como la definió Cappa al final del partido, fue la que llenó de amargura a la Brown, a la Sívori, a la Belgrano y a la San Martín, pero la que desató la locura en la Centenario alta. Todavía se escucha, todavía resuena el tremendo estallido cervecero que fue incontenible y al unísono cuando la red del vencido Carrizo flameó burlándose de aquel “Ole, Ole…” que predominaba minutos atrás. La curva del centro de Broggi se suavizaba en el aire en dirección al malón de camisetas negras entrando por el segundo palo. Tan claro se veía el gol desde atrás con la pelota volando, como las nulas chances que Quilmes tuvo en el segundo tiempo para empatar. ¿Fue injusto? De eso que se preocupe el resto.

La floja segunda parte y las limitaciones de un equipo futbolísticamente indigente, quedarían en un segundo plano con el final ya escrito de en un partido tan especial. Claro, si la esperanza de todo hincha aún está depositada en que esta aventura no sean sólo alegrías aisladas o no perder contra los grandes, sino que sea algo más digno y prometedor, entonces todo sigue siendo preocupante. Porque Quilmes sigue jugando mal. Porque el técnico sigue insistiendo con jugadores que no rinden y su actitud no es proclive a una reacción a tiempo durante los partidos. Porque siempre hay que esperar a ir perdiendo para ir a buscar con seriedad un gol. Porque desde el armado del plantel ya se sabía que a Quilmes le iba a faltar gol. Y porque además de esa anunciada falta de gol, el combo se completa con una mediocre labor para generar juego.

El mecanismo de la locura es hacer siempre una cosa de la misma forma y esperar que el resultado sea diferente. En esa locura está inmerso Quilmes de la mano de su técnico y mejor interpretada por sus dirigidos. Con todo el respeto hacia los jugadores y cuerpo técnico: ¿Hasta cuándo va a jugar Gervasio Núñez? ¿Hasta cuándo el equipo va a tener sólo una idea de juego (Pelotazos para que se arregle Jota)? ¿Hasta cuándo el equipo hará un primer tiempo aceptable y un segundo tiempo patético? ¿Hasta cuándo Tocalli va a rescatar siempre la actitud de los jugadores en lugar del juego? La sensación ya está instalada. Se han desperdiciado 8 fechas en intentar siempre lo mismo. El domingo se acertó con decisiones previas al match (la inclusión de Cerro y Kalinski), pero se volvió a dar un paso atrás en alinear a Gervasio entre los 11 y en aislar a JJ Morales, haciendo jugar a Diego Torres en una posición que no le sienta y no poniendo a Caneo desde el arranque. La defensa respondió bien en el primer tiempo, pero el equipo se desmorona cada vez que le convierten y no tiene argumentos ni ánimo para levantar.

Nunca hay que dejar de mencionar los puntos altos. Trípodi enorme. Morales y su sacrificio eterno. Caneo se hace responsable. Broggi y la pelota parada. Cerro promete. Y algo llamativo: la efectividad de Quilmes. Usted dirá: “¿está loco?”. No, porque convirtió tres de las cinco ocasiones de gol que generó entre los últimos dos partidos. Buen porcentaje, pero a costa de una producción ofensiva muy pobre. Esta suma de cosas rescatables por ahora queda muy corta pero dejan una llama encendida. La realidad es que si Funes Mori convertía una de las dos chances claras que tuvo, se cerraba el partido y los problemas seguirían siendo los mismos. Y será maravilloso el fútbol que si Jota se llenaba el empeine en la última bola QAC lo ganaba.

Así anda Quilmes y naufraga en una realidad que sigue tiñéndose de ambigüedad. Por ahora se alimenta de estos pequeños milagros. Centros, corazonadas, ráfagas o levantadas épicas, al parecer, serán las únicas alternativas que ofrecerá este equipo para arrebatarle algún punto al resto.

Fotos de Alberto Hougham para Pasión Cervecera

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