Encarnando El Origen, la película protagonizada por Leonardo Di Caprio, a Quilmes le plantaron una idea. La idea de ganar. De la forma menos pensada y teñida de hazaña se gestaba y tomaba más y más forma. Pero esa idea solamente se puede plantar en un sueño. Ese sueño, que al ser creación del subconsciente es por definición algo débilmente consciente, difícilmente alcanzable o definitivamente inalcanzable. Ese sueño al que Quilmes entró por 15 minutos tuvo las sensaciones más puras y reales, pero siguen perteneciendo a un mundo que está debajo del umbral de la consciencia. El gol de Berardo en el tercer minuto de descuento, fue la caída que despertó al cervecero y lo devolvió a la dura y triste realidad.
¿Cuál es la manera en la que Quilmes podrá ganar un partido? Ha tenido la chance en 3 ó 4 oportunidades, si quiere usted sumar el partido de Independiente, de alzarse con el triunfo, y siempre por propio o ajeno las manos terminaron vacías. En una ocasión comenzó jugando bien y terminó dejando una imagen tibia (Lanús). En la otra encontró un gol al minuto de juego y redondeó un segundo tiempo espantoso tirando todo por la borda (Huracán). En la última, un partido muy difícil de analizar, sin jugar bien, pero que todos habrían definido como heroico y le hubiesen adjudicado los méritos a la actitud más que al juego (Argentinos).
Algo que debería ser normal y posible, a lo que todos acceden y que ya debería haber ocurrido en este campeonato, se está transformando en una obsesión para Quilmes. Ganar un partido, que es lo que más necesita es hoy por hoy una espina clavada que no se puede sacar, y que sigue doliendo. Ganar ha pasado de ser una de las tres alternativas de resultado, la máxima que tienen los equipos para esa cosecha tan ansiada de puntos, a ser un reto personal con la vida, una verdadera contienda con el fútbol. Lo único que quiere hoy el hincha es ganar. Ya no importa cómo y contra quien. Menos quién haga el gol. Hasta diría que algunos ya ni piensan en el promedio. Lo cierto que es aunque no hay partido “ganable” para Quilmes, ahora hay menos. A partir de River en el monumental cualquier triunfo será casi una hazaña, incluyendo All Boys de local y Gimnasia en el bosque. Y que esto no se malinterprete. No es que Quilmes no pueda ganar un partido en el futuro, porque en la cancha son 11 contra 11. Pero hay algo que es real: Quilmes irá de punto en todos los partidos restantes. Siempre será favorito el rival, porque lo marca la realidad futbolísitica, la tabla de posiciones y la de los promedios.
Volviendo al partido, caeremos nuevamente en el mismo comentario de cada fin de semana. En un partido muy raro y cambiante, difícil de analizar no se puede rescatar demasiado del cervecero en cuanto a volumen de juego o nivel individual. Sí una tremenda actitud del equipo, que con nueve hombres, mucho desorden pero muchas ganas dieron vuelta un partido increíble. Diego Torres que fue el artífice principal de la remontada del equipo y mostró una cara que el hincha no veía en sus últimas actuaciones. Bienvenido ese fuego sagrado que mostraron los jugadores. Bienvenida la corajeada de los que tiraron los centros y de los que la fueron a buscar de arriba. Pero no nos olvidemos que antes de eso el equipo no había generado una situación clara de gol y ya ni siquiera tuvo los “buenos” 15 minutos iniciales de cada partido. Las limitaciones siguen intactas.
Para la anécdota quedó justificada aquella frase que se le escapó a Borghi en Argentinos Juniors al decir: “Sacame a Ortigoza, pero no me saques a Mercier”. Jugó de todo, y personalmente no entiendo como los medios no lo dieron figura.
Por ahora para Quilmes ganar sigue siendo una idea que vive en el subconsciente. Un mundo subreal, al que Quilmes en su conjunto entró el domingo y necesitó de una inminente caída para despertar. Ganar sigue siendo un sueño, nada más que eso. Quilmes sigue soñando y se sigue despertando, pero el triunfo no se hace realidad.