Si bien no hay en el fútbol ninguna fórmula que garantice el éxito absoluto, cada técnico tiene su librito para triunfar. Claro, siempre y cuando cuenten con la complicidad de una dirigencia dispuesta a cumplir con seriedad sus pedidos. Sin embargo, ¿cuál es el límite? ¿Cuándo los que manejan un club deben decirle basta al DT? Porque dos refuerzos no alcanzan, con cinco falta recambio, diez es un equipo nuevo… pero 22 incorporaciones parecen ser el resultado de un nene en una juguetería con la tarjeta de crédito de papá.
Tocalli fue ese nene y Meiszner actúo de papá. Pero fue Quilmes el que terminó pagando por los caprichos (¿y alguna otra cosa más?) de su ex DT y su presidente. Porque en lo que va del campeonato, la cantidad no hizo la calidad en el Cervecero. Y el Promedio nos lo hace saber.
El tiempo y las fechas pasaron sin que el equipo de Hugo se acomode. Y el problema pasa porque no es, justamente, tiempo lo que tenía Quilmes para salir de esta situación. ¿Qué esperaba Tocalli? Si se sabía que un conjunto de 22 jugadores iban a tardar en responder, ¿para qué fueron traídos? La respuesta está a la vuelta del torneo…
Y es que al Cervecero que ascendió se le faltó el respeto, en especial a Ghiso. Claro, un equipo que sube sin ganar en las últimas seis fechas y que no lució durante las 32 jornadas anteriores se ganó una fama que hoy termina siendo cruz del club. El “si subimos este año, hay que cambiar todo el plantel” que se solía escuchar por la platea del Centenario la temporada pasada, llegó a los oídos de los dirigentes, quienes le hicieron caso a los que suelen hablar desde la pasión, dejando de lado que son ellos los que deben anteponer el cerebro al corazón.
Así, en vez de planear un futuro, como en su momento lo hicieron Lanús y Banfield, Quilmes fue a lo que pensó que era seguro. Quiso atacar lo inmediato, creyendo que con nombres de peso se iba a poder hacer una campaña que dé que hablar para bien, algo que no le vendría nada mal a Meiszner y a Anibal Fernández. Y esa base que logró el ascenso y que algún día pudo haber visto la luz, se resquebrajó como los cimientos del actual equipo.
Juveniles como Quiles, Agorreca, Corvalán, Cerro, Narvay y Damián Gómez, fueron suplantados por jugadores “experimentados”, con chapa europea y hasta un mundial encima (mamita, que mentira Varela).
Ese desborde de errores, arreglos y mierda terminó en esto. Y el cabezón pifió feo y se fue.
Pero, ¿ahora de qué se van a disfrazarse los responsables de darle los gustitos? La próxima vez tendrían que planear, en vez de «seguir tirando y vemos como va saliendo». Buena suerte y hasta luego, Tocalli. Esperemos que venga quien venga, pueda levantar esto. Mi candidato: Madelón.