El Che Madelón

Leonardo Madelón arribó tras aquella catástrofe llamada Hugo Daniel Tocalli que aún hoy, meses más tarde, no se puede desentrañar cuál era el objetivo desde la intencionalidad, no desde los puntos –no somos boludos, había que sacar 25 puntos en el Apertura-, porque si algo queda claro a la distancia es que nada quedó claro.

Que todas las evaluaciones las hizo el ahora padre de la criatura, léase, Carol. Porque esto no tuvo que ver solo con lo cuantitativo de la situación sino con una evaluación que requería bisturí, sin ir al fondo de la herida para provocar dolor, pero si seccionar en aquellos lugares con heridas profundas. Y de decisiones hablaba el hombre, y dibujos también. Casi como esas situaciones psicológicas cuando somos chicos, que nos hacen dibujar para clarificar la situación. Y prácticamente Madelón hizo eso, buscar un dibujo que se acomode a lo que mejor tenía, para ensamblar el porvenir. Sin un análisis profundo, lo del entrenador de Caferatta fue perfecto, porque los 13 puntos permiten que estas líneas tomen asidero. Porque no solo duplicó a su colega Tocalli en menor cantidad de partidos, sino que prácticamente estableció una línea –guste o no- de juego.

Y el otro día buscaba conceptos como para comenzar a escribir sobre este inicio del Clausura, tan fulgurante y con tanta carga emotiva para el hincha de Quilmes, y me topé con algo que dice más o menos así: Una revolución es aquello que rompe la normal evolución de lo vigente. Es un cambio disruptivo que corta la progresión inercial de lo esperable. Para gestar una revolución se necesita de una alianza de intereses. Este inicio de torneo ante Colón será una progresión de aquello que nosotros necesitamos como revolución o este concepto se licuó en las últimas fechas del Apertura. Son preguntas que buscan respuestas. Pero hay algo que está claro; Madelón gestó esto que denomino revolución. Convocó a la gente desde su llegada –algunos lo entendieron como una vendida de humo-, algo que siempre llama la atención, que muchos técnicos no reparan pero que en definitiva es un gesto. Madelón no es coetáneo con Tocalli y eso se evidenció, desde el discurso, desde lo práctico, desde la cancha, desde los puntos… Porque el acomodamiento de las piezas costó 180 minutos, no porque desde Banfield y Gimnasia a Godoy Cruz hubo un cambio radical, sino porque aquella prolongación del plan Tocalli, naufragó definitivamente en la victoria ante los mendocinos, cuando Quilmes capitalizó parte del cu… suerte que no tuvo en proceso anterior (en algunos partidos, ojo) y jackpot, deme su bote de dinero.

A las victorias se le fueron acomodando situaciones, un dibujo táctico, una idea y acomodamiento de líneas que armaron esa revolución: Galindez reemplazó a Tripodi (Quilmes compró el 50 por ciento de su pase en 150 mil dólares días antes del 31 de junio de 2010); Fontanini pasó a la zaga junto con Gerlo expulsando a Gioda al banco de suplentes, expulsando a Gioda a volverse al “lugar del cual nunca me tendría que haber ido” (linda nota donde explica su vuelta a Xerez; el arribo de Quiles al lateral –con más dudas que certezas, las cuales aún persisten porque Martín es mejor central que lateral, sin dudas-, ubicar al Muro como central le valió dos ofertas europeas como Milan y Birmingham; armó un zafarrancho con la decisión de poner a Gervasio Núñez de lateral cuando hay en el plantel 3 (si señora, señor, leyó bien, TRES) laterales izquierdos –en ese momento se recuperaba el Tanito Di Gregorio- pero se podría decir que hoy no divide tanto el Yacaré; diagramó un mediocampo B NACIONAL (pasta de ascenso) con Garnier Kalinski Cerro dándole continuidad no a los jugadores individualmente sino grupalmente: es decir, buscó acomodar genéticamente un mediocampo de tres partículas para atomizarse en una sola. El proceso evolutivo de la misma le dio la razón a Madelón ya que Ojota Morales, Charles Aranguiz, Santiago Hirsig ya no pertenecen a la institución, bastiones del proceso Tocalli en un punto neurálgico del dibujo táctico. Los últimos tres lugares quedan en una consideración extraña porque se dividen y profundizan las aguas en la disputa de sentimientos y lecturas analíticas de la situación: Raymonda, Varela, Jota parte de un trío con poco olfato de red rival. Mentores de las falencias para la creación. Pero ojo Doval, usted puede equivocarse. Raymonda marca con Godoy Cruz en la primera victoria, Jota le convierte a All Boys y San Lorenzo, Varela sale de la tempestad tocaliana y revive en aplausos gracias a Madelón. Los tres dividen por uno: Miguel Caneo. Sentado espera el japonés lo que todos creemos que es la pieza que le falta a este equipo; la pausa que no tiene Raymonda ni Varela, el pase vertical, la pincelada y hasta el gol. Pero no, las lecturas del entrenador siguen siendo con Caneo como jugador número 12 (perdón la reminiscencia a…) y allí es donde se tejen las dudas. Miguel conoce el mundo Quilmes como pocos, decidió bajarse a la B Nacional con esa habitación de hotel rosarino que lo esperaba. Fue el salto de calidad, el corta ticket para los hinchas, el que se animó a profundizar en un equipo de Jorge Ghiso que era timorato. No se inquietó en los penales, se puso a Quilmes al lomo en aquellas provincias prácticamente vírgenes de victorias cerveceras. Aquel bombazo en Tucumán, por Dios, difícil de olvidar. El penal en Platense para arrimar el equipo al ascenso. Y esa lesión que trajo retroactivo ya en Primera División. En su vuelta o en su prolongación, según lo quiera ver cada uno. Ese Caneo con esa botella enorme de cerveza Quilmes dando la vuelta olímpica en el Centenario es jugador de marquito. Es ídolo. Tiene chapa pero no juega y Madelón resiste en su análisis de no utilizarlo desde el vamos, con la antipopular que eso conlleva. Otra lectura, el entrenador no se casa con nadie, algo que Tocalli hizo hasta el capricho.

Quilmes trajo más de 20 refuerzos, según se quiera contabilizar a Matías Di Gregorio y Miguel Caneo quienes vienen del proceso anterior. 2 arqueros: Hernán Galindez, Diego Morales; 8 defensores: Nahuel Roselli, Damián Leyes, Sebastián Martínez, Danilo Gerlo, Ariel Broggi, Fabricio Fontanini, Leandro Gioda, Facundo Gómez; 8 volantes: Santiago Hirsig, Oscar Morales, Charles Aranguiz, Leandro Coronel, Gervasio Núñez, Santiago Raymonda, Gustavo Varela, Juan Manuel Iturbe; 3 delanteros: Diego Torres, Jota Morales, Bernardo Romeo. 21 refuerzos contando a Iturbe quien no tiene la habilitación y se especula que quizá para la 3er fecha pueda jugar. Un capitulo más de una vasta novela.

Hasta la llegada de Leonardo Madelón, de esta lista, se iban muchos mas que los que finalmente emigraron. Por decisión y convicción del entrenador varios futbolistas dieron vuelta la página para escribirla de otra manera: Hernán Galíndez era suplente y buscaba continuidad; Sebastián Martínez fue sindicado como lo peor de la defensa tras el fatídico 0-3 ante Tigre, no jugó nunca más; Gervasio Nuñez que solo había rendido un rato con Colón en el arranque del torneo y 12 minutos en el complemento ante Independiente (aquel día Tocalli lo sacó) tenía destino de salida; Gustavo Varela fue pedido por el Profe Alejandro Kohan pero remasterizado por Madelón quien si tuvo los cojones para ponerlo tras la indisciplina post Rosario bancándose el quilombo antipopular y dejó de lado el gesto de Tocalli, quien ante Banfield lo hizo desfilar por la pasarela de los bancos de suplentes siendo blanco de insultos durante 45 minutos. Varela es producto de la reconversión que generó Madelón. Y podríamos sumar a Leandro Coronel a quien Madelón comenzó a tener en cuenta, quizá mas que Tocalli.

Si contamos que se fueron Hirsig, Aranguiz, Roselli, Gioda, Morales y sumamos los 5 que rescató Madelón, tenemos diez refuerzos sobre los 21, con la incógnita del Messi Argentino (léase Iturbe, porque es argentino o paraguayo nacido en Argentina, o nacido en la frontera), lo que marca lo mal que le ha ido en la lotería a Quilmes. Mas si se tiene en cuenta que base de B Nacional es lo mejor de un plantel que sale 25 millones de pesos anualmente.

Leonardo Madelón dejó su voz correr en un vestuario cargado de efervescencia tras la victoria en Bahía Blanca. Dijo mas o menos esto: “Con ustedes voy a la guerra, si todos ustedes están bien, no tengo que traer refuerzos”. Y Madelón junto con allegados al cuerpo técnico fue cumpliendo lo impensado, “traer por traer, no”. Algo hasta descabellado en el mundo Quilmes, que todo lo ve y todo lo compra. Pero hizo la evaluación del lateral derecho y optó por Hernán Grana, tras la decisión de Alvaro Ormeño (su jugador fetiche) de quedarse en Colo Colo. Y por mas que Grana vaya al banco frente a Colón, su lectura fue acertada en el sentido de que el ex Lanús es una oferta permeable para cualquiera. Hoy Quiles mantuvo la pulseada de su lado. Pidió por Fernando Uribe, crack colombiano. Pero en su momento, principios de año, dijo entre amigos: “Había que cerrarlo en noviembre, porque ese tipo de jugadores se van a Europa”. Lectura acertada, lo que pasa es que en Noviembre, Quilmes era una duda tras otra. Imposible pensar en la búsqueda de un delantero de 3 millones de euros. De hecho, José Luis Meiszner le dijo a Ignacio Martan, representante del delantero: “Sé que llegamos tarde, pero haremos lo posible por contar con Uribe”. Finalmente recaló en Chievo Verona. Atrás también quedó el deseo por Ruben Ramirez, descartado de plano por la deuda con Miguel Pires, representante del futbolista. Y aparecieron muchos delanteros, pero Madelón optó por Cauteruccio, quien también va al banco. Por dos cosas, porque no se considera 9 de area y porque el dibujo que más le cuadra desde el arranque es el de dos volantes-enlaces y un punta. Hoy, Varela-Raymonda-Jota.

Leonardo Madelón irá por el bronce tras perder “en la guerra de los documentos” contra aquel All Boys experimentado de B Nacional a merced de su Rosario Central plagado de acné y poco oficio. Después del descanso familiar en el campo, Quilmes volvió tras su nombre, como en junio del año pasado cuando Hugo Tocalli no se decidía por volver a calzarse la pilcha de entrenador tras su paso por el fútbol chileno. Ese Madelón se bancó 180 minutos de exámenes para tomar decisiones drásticas, algunas poco populares, otras de manual. Bajó al plantel a la tierra, los motivó, los llenó de palabras, los hizo sentir vivos y va por su revolución que arrancará con 11 viejos nombres pero con un sello propio. Creado sobre la marcha de un Apertura que trasuntaba los caminos de viejas páginas ingratas de la historia cervecera que Carol intenta torcer. Sabe que necesita de 25 unidades como para que Olimpo, Huracán, Gimnasia y hasta el propio All Boys no den por muerto a aquellos a los que Tocalli había enterrado.

Una revolución rompe la normal evolución de lo vigente,  corta la inercia de aquello que se espera y de la cual se necesitan las alianzas de los intereses. Madelón fue logrando los primeros pasos, solo le queda cruadrar esa alianza para lograr capitalizar el objetivo. Va a la guerra, va por su revolución, quiere comenzar a revivir en el Cementerio de los Elefantes.

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