Deseo más que ninguna otra cosa, que en cuatro meses esta nota sea digna de un espacio en TVR, Zapping o cualquiera de los infinitos programas de archivo de la TV argenta. Hecha la aclaración, quiero compartir con ustedes mi impotencia.
Salvo un milagro de ingentes dimensiones, a partir del domingo, frente a Tigre, comenzará una especie de “post-temporada” de 16 fechas. En ella, nuestro Quilmes continuará paseando sus miserias por los diversos estadios de la Primera División, con resultados diversos en el mejor de los casos. Y desde agosto, jugará oooootra vez el insoportable Nacional B contra clubes inexistentes, en canchas impresentables… en fin, todo eso que ya conocemos.
¿Y por qué? Los motivos macro han sido expuestos una y otra vez. En síntesis creo que nadie con firmes convicciones habría podido augurar que utilizar la misma receta que durante 25 años de los últimos treinta dio como resultado fracaso tras fracaso, ahora iba a resultar en algo fructífero como por arte de magia.
Es lógico: si buscás resultados diferentes, no podés hacer siempre lo mismo. Quizás otro camino también terminaba en un descenso, pero por lo menos nos sacábamos la duda, y lo que es mejor, dejábamos algo cimentado para el futuro. Ahora el futuro pinta complicadísimo, aún más allá de agosto.
Dejando de lado lo político, he leído con frecuencia que ayer, ante Lanús, “mejoró la actitud del equipo”. Permítanme disentir. En todo caso, es cierto que Quilmes cambió su postura, se paró 20 metros más delante de lo que lo hizo contra Estudiantes y Colón. Pero la actitud continúa siendo la misma.
Pasemos en limpio. Alguna vez Gustavo Alfaro dijo que la clave de un equipo que pelea el descenso es “saberse inferior, pero nunca sentirse inferior”. Ese es el grave problema de este grupo. Más allá de ausencias, cambios y esquemas, el plantel se sabe y se siente menos que todos los demás. Los jugadores de Quilmes salen a perder, y esto no implica que vayan ‘para atrás’, pero sí que den pases con miedo, vayan a trabar liviano, y un montón de situaciones de juego que connotan que no confían ni en sí mismos ni en ninguno de sus compañeros. Esto transforma al Cervecero en un equipo vulnerable por todos lados.
Y después, lo futbolístico. Quilmes sigue teniendo la posesión de la pelota, pero no sabe atacar. Esta vez, pudo patear al arco, lastimar y hasta convertir, pero los déficits siguen siendo los mismos. La defensa ya no es tan segura, y a la hora de atacar, falta de todo: sorpresa, capacidad para romper la línea, juntar gente en posición ofensiva para llegar en bloque… y sobre todo, falta un jugador que sepa gambetear, sacarse un rival de encima.
Ante este panorama, lo matemático es lo menos preocupante. Quilmes sigue teniendo mucho tiempo para dar vuelta la historia, pero ya es hora de encontrar los argumentos para que esta nota sea recordada con sarcasmo en un par de meses. Por ahora, lo rescatable, lo admirable, lo digno de destacar es lo de siempre: la gente, otra vez humillada, nunca respetada. Falta todo lo demás.
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Fotos de Silvana Livigna para Pasión Cervecera
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