Madelón se fue a la guerra

Leonardo Madelón se fue a la guerra. Cargado de optimismo. Contemplando un mensaje conciliador que tuvo la valentía de mandar al frente de batalla cuando a la agonía y a la muerte las separaba una efímera diferencia. En el mundillo Quilmes, Madelón implantó su régimen, nutrido de la más pura pluralidad, y cambió la mentalidad de quienes se amarraban a la mediocridad con su propia ancla. Madelón acondicionó una carrocería añosa y desguarnecida y la transformó en una unidad compacta y modernizada. Era el único camino después del paso de un Hugo Tocalli en blanco y negro, previsible, monótono y ni siquiera gasolero. La barrera del Cervecero ya no está baja. Ahora para pasar hay que pagar peaje y, por qué no, también dejar unas cuantas gotas de sudor. Ningún rival voraz va a encontrar a Quilmes en la góndola de las ofertas. Ya no hay ni Pascuas, ni Navidades, ni recepciones frondosas para el que quiere divertirse. Para ganarle al equipo de Madelón se necesita perseverancia y, fundamentalmente, talento. Quilmes volvió a creer en sí mismo, encontró refugio en su esencia íntima. Y ese es un rasgo que no se puede maquillar.

Madelón tiene un estilo atípico, por lo menos poco frecuente en Quilmes. Perfil bajo, mensaje prolijo y una dosis de picardía para anticiparse al futuro y actuar con precisión. Un detalle pintoresco; una frase ocurrente que utilizó para graficar la función de Hernán Grana, uno de los nuevos jugadores del Decano. “Viene del rock, pero acá tiene que bailar cumbia villera”, se divirtió el santafesino, que en tono jocoso le puso un swing áspero al Torneo Clausura que asoma en el horizonte. Madelón es un entrenador cuantioso en un envoltorio pequeño. Sin embargo, a pesar de la euforia que domina el escenario, el ex orientador de Rosario Central debe andar con pies de plomo. La confianza excesiva puede generar distorsiones.

Quilmes todavía tiene que demostrar que está capacitado para prolongar el buen final del Apertura. Madelón imagina una estructura belicosa, sí, pero además de combate se necesitan argumentos de juego que el equipo no tuvo. El despegue definitivo precisa combinar fútbol, desfachatez y disciplina táctica. Aún hay que afianzar algunos cimientos. Si bien la figura que utiliza Madelón para convencer a su plantel es la de la conflagración, en esta contienda no se lastima con armas, sino que el medio de ataque es una pelota. Y hay que tratarla bien, con suficiencia. Hay que cuidarla. Será mejor soldado quien pueda filosofar con el balón, y a partir de ese intelecto futbolístico explorar un terreno (ofensivo) desconocido para Quilmes.

Por lo pronto, la tropa está lista. El Cervecero mantiene un litigio con el descenso y no puede claudicar ante la presunta desventaja numérica. Se divisa un hombre que no descansa. La exigencia sostiene su insomnio. Madelón se fue a la guerra. Por favor, no molestar.

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