Quilmes sabe que no se halla en el juego de las casualidades. El Cervecero no tiene más de lo que se merece. Y está bien. ¿Por qué la vida se va a congraciar con un club sentimentalmente desvalijado por quienes vuelven a tomar el camino equivocado? Quilmes se acerca a la Primera B Nacional. Se retira sin anestesia. Por la puerta de atrás, la que duele, la que conduce a un cadalso inapelable. Último en la tabla de posiciones y en los promedios, con el peor plantel de la Primera División y cada partido más emparentado con la mediocridad. Sería el final lógico para una historia que se tejió desde la desprolijidad, la incoherencia y la deficiente planificación institucional y deportiva. Aún no hay subsuelo para este Quilmes oscuro, triste y desalmado. Siempre se puede estar peor: el Cervecero, con la poca vergüenza profesional que le queda, es la muestra de lo no se debe hacer.
Para descender hay que jugar como Quilmes. Aunque afirmar que Quilmes juega es apelar a una metáfora rebuscada, desleal. “Esto no es para cobardes”, sentenció Leonardo Madelón después de la caída ante Estudiantes. Más allá de la consideración del entrenador, la debilidad espiritual es un condimento destructivo, que sólo sumerge al corazón en la profundidad del más salvaje ostracismo. Así, el Cervecero se autoexcluye de la pelea por la permanencia y hace del deceso una lenta agonía. Se impone un cambio, por lo menos para justificar la participación en lo que resta del campeonato. Si no se produce una modificación radical, el futuro de Quilmes volverá a transmitirse por la pantalla de Tyc Sports.
El buen final del Apertura y la expectativa que generó la llegada de Madelón se esfumó en dos fechas, cuando el certamen le propinó a Quilmes un baño de realidad. ¿El director técnico tiene material (futbolistas) para revertir la situación? Hoy parece que no. No obstante, deberá encontrar el rumbo porque ni vencer a los rivales directos va a alcanzar para mantener la categoría. Madelón viene cometiendo errores groseros, de esos que le otorgan ventajas excesivas al adversario. Es cierto que Quilmes no es sólido en ningún sector de la cancha, pero mientras siga sin generar ocasiones claras de gol la sequía se va a agudizar. No hay ningún jugador pensante, la inteligencia escasea y el miedo se apodera de un equipo que es inseguro por naturaleza. Las estadísticas son elocuentes: de los 21 cotejos que se disputaron en la temporada, Quilmes perdió 10.
Es una lástima que el Cervecero se haya buscado un panorama tan desolador. Pero es la causalidad de un magro proceso que se inició con Hugo Tocalli y que con Madelón no logró consistencia. Cuando se trabaja mal, el desenlace va a ser defectuoso. A pesar de que queden 17 jornadas, la única esperanza por ahora es matemática. Es indispensable modificar la ecuación antes de que sea tarde. Por este sendero, Quilmes se va al descenso.