Una duda existencial, casi karma, me presiona en la cabeza y me hace preguntar: ¿Qué hace falta para que Quilmes gane? Quiero suponer que la respuesta se basa en una serie de factores como ser: el juego colectivo, alguna que otra genialidad individual, el empuje, el orden, la serenidad y la justicia por parte de las autoridades de cada partido.
Seria de necio e irresponsable no admitir la mejoría que este equipo ha mostrado en los últimos tres partidos, coincidiendo con la llegada de Ricardo Caruso Lombardi.
El once inicial indicaba garra y técnica en el mediocampo (Garnier + Kalinsky) y la incertidumbre de no saber con claridad que pasaría por la banda derecha con el ingreso de Damián Leyes.
El primer tiempo fue relativamente parejo, con un Quilmes que intentaba con Caneo triangulando con Cauteruccio y Morales, pero hace ya varios partidos que el japonés no es el mismo de siempre. Hoy se lo pudo notar impreciso, tosco y hasta me animaría a decir temeroso. Sobre el final de la primera etapa nuestro querido Cervecero apostó algunas fichas más que su rival y comenzó una presión tibia pero constante desde tres cuartos de cancha hacia delante, hasta se animó, valga la redundancia, a darse el lujo de tirar algunos lujos. Toqueteo por aquí, toqueteo para allá. Cero en centros, cero en tiros al arco, y de esa manera quebrar el arco rival se tornó una misión semi imposible.
No es mi intención explayarme demasiado sobre los dos clarísimos penales que Pezzotta no cobró. De nada sirve ahora reprochar las erróneas decisiones de un árbitro que cumple a rajatabla la ley fundamental del árbitro argentino: la mediocridad.
Quilmes se fue al descanso dejando una aceptable imagen de equipo y despliegue.
Pero esa imagen se fue diluyendo con el correr de los minutos.
Para colmo ese diamante en bruto surgido en Alsina y Lora llamado Claudio Corvalán tuvo que salir del campo de juego en un momento que su performance era más que positiva. Música de película de terror. Los incondicionales de siempre se lamentaron no tanto por dejar de ver al Mugre con la blanquita, si no por el hecho de saber quien era su reemplazante. La única sensación que prima cuando Gervasio Nuñez esta en la cancha es la de que Quilmes juega con diez. Errores impresentables por doquier dignos del más ingenuo principiante.
Ok, si el juego colectivo mejoró pero aún no es suficiente, si las pinceladas de calidad de Miguel Caneo desaparecieron, si el empuje y el tesón no alcanzaban, si Pezzotta se había olvidado la justicia en un cajón de su casa, ¿a qué podíamos acudir para llevarnos de una buena vez por todas los primeros tres puntos del año? ¿A la suerte? Mmm, a priori no era mala idea. Pero la realidad es que ninguno de los factores antes mencionados están del lado de Quilmes y así fue que a esa falta de suerte se le sumaron falencias técnicas y Quilmes erró varios goles imposibles: Morales demostrando partido a partido que es un jugador de nacional “B” desperdició una chance clarísima sobre la línea, Caneo tuvo el triunfo en sus pies pero aún no entiendo la resolución de la jugada, y sobre el final un disparo cruzado muy digno de Grana que paso a centímetros les negó la tan postergada alegría a la banda más grande del sur y el envión anímico al equipo.
Para colmo de males contra river no podremos contar con el, sin dudas, mejor defensor Cervecero de este clausura, el uruguayo Sebastián Martínez (expulsión injusta) ni con la entrega incesante de Pablo Garnier (quinta amarilla).
Un punto que no sirve, un punto que serviría solo si se hubiesen obtenido buenos resultados en el estadio Centenario.
Los tiempos no se acortan, los tiempos se acortaron hace rato.
Veo al Quilmes actual como a un grupo de universitarios que intentan constantemente aprender. Que estudian, practican, se queman las pestañas buscando adquirir ese conocimiento que los lleve a ser algo más de lo que son.
La graduación esta lejísimos, muy a nuestro pesar y con todo el dolor del mundo sabemos que mucho más cerca está la secundaria.
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Fotos exclusivas de Silvana Livigna para PasionCervecera
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