La vergüenza deportiva es saludable

Es positivo ver un equipo ruborizado. Es un buen paliativo para un presente aplastado por la realidad. A Quilmes le dio lástima verse tan mal que ante Independiente entendió que la resurrección ofrece un solo atajo: el de la vergüenza deportiva. La aparición de un aspecto que estaba olvidado converge en una conclusión alentadora. Era hora que los jugadores entendieran que en el medio de la balacera es donde deben florecer aquellos hombres dispuestos a dejar la piel para que el Cervecero mantenga la categoría. De todos modos, la situación sigue siendo muy comprometida y en la medida que los triunfos no aparezcan no va a haber salvación posible, aunque la grandeza de un grupo puede matizar el descenso, y no es un consuelo menor. Quilmes se fue comiendo su propio crédito y ahora está obligado a morir luchando por una causa justa, más allá de que en términos matemáticos se plantea una batalla asfixiante.

La llegada de Ricardo Caruso Lombardi, además del impacto mediático que generó, purificó al plantel, que empezó a observar que los defectos se pueden disimular cuando atrás hay una idea sólida. El Tano contrarrestó a quienes desmerecen su trabajo y plantó frente al conjunto de Antonio Mohamed una estructura que, aun sabiendo sus enormes limitaciones, se propuso torcer el rumbo. El juego de Quilmes persigue una premisa estelar: hacer ancho el terreno para explotar las bandas con futbolistas profundos como Diego Torres, Claudio Corvalán y Pablo Garnier, entre otros circunstanciales atacantes. No es casualidad que Juan José Morales haya firmado en la red un centro preciso desde la izquierda que envió Garnier. El Cervecero, después de mucho tiempo, se trazó un itinerario y logró cumplirlo.

Caruso Lombardi consiguió que la defensa achicara desde la última línea y que los volantes coparan el medio. Como consecuencia, el equipo se hizo corto. ¿Qué significa eso? Que las líneas se compactaron y  cubrieron los espacios trascendentales de la cancha. Así, Independiente estuvo obligado a recortar sus posibilidades de movimiento y Mohamed, tras la lesión de Jairo Castillo, puso a Roberto Battión para recobrar el balón en la zona céntrica. Sin embargo, a pesar de la prolijidad del Decano, mantener la compostura durante todo el partido no resulta sencillo. La única vez que Quilmes se descompensó, Leonel Galeano avanzó, asistió a Castillo y Facundo Parra remató por el segundo palo. Los cimientos pueden tambalear, lógico.

En el debe figura (otra vez) la pelota parada a favor. Quilmes dispuso de no menos de diez acciones netas pero para exprimir el recurso de los tiros libres y los tiros de esquina es necesario afinar la precisión en las ejecuciones y aumentar la efectividad en las conexiones ofensivas. La falta de un pateador especializado y la poca ingeniería de los jugadores para dominar la vía aérea explican por qué el Cervecero no consigue imponerse por ese medio. Caruso Lombardi también deberá machacar la definición de los futbolistas. Cuando Quilmes entra al área rival, la jugada tiene que terminar en gol.

Después de cinco derrotas consecutivas que prácticamente sentencian el retorno a la B Nacional, el Cervecero mostró un compromiso que puede ser el punto de partida. Por lo menos, si el descenso es irreversible, que sirva para dejar la Primera División sin la necesidad de ocultar la mirada. La unidad del sábado no se festeja, pero se valora y se respeta porque Quilmes la obtuvo a través de un trabajo colectivo interesante.

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