Que alguien se haga cargo…

Quilmes acaricia el descenso y la realidad es una astilla que no para de perforar superficies. Lejos del placer, al borde del abismo, se divisa un Quilmes andrajoso, que presenta el efecto dominó de un club que cae al vacío. Sin embargo, la vergüenza es tan pequeña que la estafa es legal en este envase gigante. Los residuos de la agonía resultan invisibles para unos ojos cegados por el absolutismo y la altanería de vanguardia. Por el cuerpo del tobogán navegan los egos, el poder y la autoridad. Se van para abajo, en franca caída. El fútbol no es matemática, pero hay políticas que conducen al éxito. Ahí es donde los manuales demuestran su inexistencia, porque además vuelve a fracasar el “proyecto” deportivo. Como consecuencia, todo lo que se puede esconder detrás de la impunidad del resultadismo sale a la luz y estalla en cada esquina de la conciencia.

Para admitir la adicción a la derrota hay que asumirse perdedor. Las actuaciones deficientes del Cervecero han desembocado en un equipo con el alma deshilachada, deportivamente destruido y con un vínculo estrecho con la derrota. Cuando el déficit principal es futbolístico, cuando no hay hombres aptos para jugar al fútbol, es muy difícil encontrar la salida. En la búsqueda del triunfo, el primer escalón que acerca a la victoria es el buen despliegue técnico y futbolístico. El problema es que Quilmes no puede jugar bien porque no tiene jugadores que jueguen bien cuando tienen la pelota. Leonardo Madelón deberá aceptar la redundancia porque la resurrección dejará de ser una fantasía en la medida que el entrenador se convierta en un férreo defensor de las debilidades de su plantel y, en base a las falencias, arme una estructura que resigne utopías pero que persiga realidades.

La lucha por sostener la categoría, sustentada por un perverso sistema de promedios, se transforma en una puja numérica que no da tregua. Madelón no puede equivocarse. Si cree que tiene más material del que realmente tiene, el Cervecero corre el riesgo de ahondar el pozo que lo mantiene cautivo. Ahora, cuando la soga mira el cuello de Quilmes y sonríe, será necesario que florezcan los líderes que hasta el momento no aparecieron. ¿Hay líderes naturales? No, pero en épocas de escases resulta indispensable que alguien asuma el protagonismo, más allá de las edades, experiencias y condiciones. Los jugadores han sido una máquina de defraudar. Ya es hora de ver quién está dispuesto a dejar a Quilmes en Primera División.

En términos gráficos, Quilmes representa una hoja en blanco. Inexpresiva. Irresoluta. Cargada de dudas. Los renglones desaparecieron porque el cuadro de situación les mancha la dignidad. La oscuridad se combate con destellos de luz. Pero también con un mensaje muy claro: que alguien se haga cargo de semejante desolación.

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