Ya lo habrán leído cien veces. El último domingo, ante River, Quilmes perdió más que un partido. Hasta ahora, repetimos lo que han dicho casi todos los medios locales. Pero claro, todos se quedan en lo que, supuestamente, perdió el equipo. El plantel, los jugadores, el cuerpo técnico. No obstante, los hinchas también perdimos “más que un partido”. Perdimos mucho.
Analizar los motivos de la derrota es muy sencillo y aún más repetitivo. El equipo no ayuda ni para escribir notas periodísticas. Porque, cada semana, uno se tienta a copiar y pegar incesantemente, a decir siempre lo mismo. La actuación ante el conjunto de López fue vacía, nula de espíritu. Despojada de la actitud que había demostrado ante Independiente, o Argentinos. Lejos de tener el protagonismo que la parada pedía (por los resultados puestos de los demás, por el rival, pónganle el nombre que quieran), Quilmes se vendió.
Y acá viene lo grave. Sáquenle al partido las tribunas, la estructura edilícia y todas las características del Centenario. Vean los 15 primeros minutos del encuentro y díganme si no se jugó en el Monumental, y si River formaba con Almeyda, Acevedo, Lamela y Caruso o con Redondo, Ortega, Gallardo y Crespo. A mí se me generó esa confusión, y la generó Quilmes. Porque Quilmes salió a jugar un partido como si fuera de visitante y contra grandes estrellas del fútbol mundial. Literalmente, esperó recibir el gol, para después soltarse levemente, avanzar sin atacar y dejarle al rival la cómoda perspectiva de defenderse con el resultado a favor.
Y después del 1-0 (muy rápido por cierto), Quilmes desnudó todas sus falencias; Otra vez volvió a demostrar que es inofensivo. Por inferencia lógica, si uno espera que le conviertan para atacar, y cuando ataca no puede lastimar nunca, pensar en sumar puntos resulta utópico. Es imposible no preguntarse cuál es la necesidad de respetar tanto a un rival, al punto de entregarle todas las facilidades para llevarse los puntos. O qué pensó cada jugador de camiseta negra antes de salir a enfrentar a River.
Y para cerrar esto, que más que nota periodística es un ensayo de catarsis personal: escucho las declaraciones de los protagonistas y me dan miedo. Ojalá que el argumento de la mala suerte, o el decir que “en el segundo tiempo hubo un solo equipo, jugamos muy bien” sean versiones para los medios. Ojalá que dentro del vestuario se digan las cosas como son. Que los protagonistas se miren a la cara y conozcan la gravedad de la situación. Que se enojen entre ellos. Que Caruso grite, putee, esté encima. Porque si realmente creen que está todo bien, hay un problema mucho más grave que los 21 puntos de 81 posibles.
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Fotos de Verónica Giselle Peralta
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Fotos de Silvana Livigna para Pasión Cervecera
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