¡Qué increíble es ver a Quilmes ahí abajo! No sólo el promedio es pobrísimo, la campaña del Clausura no invita a ninguna otra cosa que a taparse la cara con la almohada. Pero los cementerios están rodeados de puestos de flores…
La aguda crisis cervecera tiene que dejar enseñanzas, más allá del fastidio lógico de los hinchas. Una es que siempre que se toca fondo al mango, habrá cosas positivas por delante. Entonces, eso invita a creer en que los tiempos felices no están tan lejos. Otra: nunca son buenos los cambios de raíz en una estructura, cualquier sea. Laboral, afectiva, futbolística. Ese fue uno de los factores que desencadenó este preocupante presente. Se desarmó la base que logró el ascenso e incluso de la mano de un técnico ajeno a la última categoría en la que Quilmes fue feliz. Eso le hizo perder al club un tiempo irrecuperable en estas épocas del fútbol, en las que todos andan ligero y viviendo el mañana antes que el hoy. Los jugadores tuvieron que conocerse, entender el mensaje del DT, buscar el mejor planteo para asociarse. Se ve: no tenían tanto margen…
La llegada de Ricardo Caruso Lombardi es un acierto dirigencial y ojalá, por el bien de los corazones de todos los que son hinchas de Quilmes, no tardío. El tipo sabe, eso está claro. De hecho es uno de los pocos en el país que conoce a futbolistas que andan por el Torneo Argentino, la C o la D con la misma facilidad con que cualquiera puede identificar a los monstruos de las grandes ligas. Pero ojo. Si al técnico no lo ayudan, este ancla no lo levanta nadie. Fue insólito el partido que Quilmes perdió en el Ducó. Y cuando se dan situaciones como las que se vieron allí, el análisis del desarrollo pierde toda consistencia. No se puede hablar bien o mal de un planteo, de una propuesta, si los que tienen que moverse con el mínimo error en sus manos o zapatos protagonizan jugadas semejantes.
De todas maneras, la leña del árbol caído apenas alimenta la hoguera de la bronca, de la puteada acalorada, del desanimo general con el que se vive en el Sur. Pero un club grande como Quilmes no debe quedarse atado a un presente fisurado, a un desconsuelo futbolístico. Ser Decano y haber parido a extremas figuras de este deporte lo obliga a caminar con la frente alta, más allá de las golondrinas que por ahora no llegaron a hacer verano en esta temporada. La calculadora todavía le da margen y el «científico» que hoy busca la fórmula sabe de hazañas. El apoyo incondicional de la gente a los colores puede ser el despertador que todavía no fue, pero también hace falta que varios botines le hagan saber al pasto que tienen ganas de quedarse en Primera.
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Pablo Pisani
Periodista Diario Deportivo Olé