Vivo y presionado

Era sabido que la soga que se colgó Quilmes podía presionar tanto o más que el rubor del promedio. La obligación de vencer a un Gimnasia La Plata desvanecido se convirtió en una travesía tortuosa. El Cervecero eligió jugar este juego, las circunstancias de una campaña vergonzosa lo empujaron a un desenlace sanguinario. Es una condena que el Decano deberá cumplir hasta el último segundo. No es obra de la casualidad que el tránsito por la recta final de la temporada sea en condiciones insalubres: 32 puntos sobre 96 posibles, 14 partidos perdidos, 11 empatados y 7 ganados. Por eso ante el Lobo era clave imponerse y, por supuesto, extender una seguidilla de triunfos esperanzadores.

“El gol de entrada nos hizo mal”, expresó Ricardo Caruso Lombardi después del deslucido . La sentencia del entrenador resumió en pocas palabras el golpe que sufrió el Cervecero, que, curiosamente, se sintió abrumado tras la anotación de Pablo Vázquez. Cuando más tranquilo tenía que estar, al Decano lo azotó una cortina de nerviosismo. No sólo fue incontenible el avance constante del Tripero por la izquierda, sino que también se tornó insostenible el advenimiento de la timidez quilmeña. Gimnasia creció por mérito propio y porque la estructura de Quilmes se desmembró con extrema facilidad. Hernán Galíndez, con dos soberbias respuestas, evitó que el elenco de Darío Ortíz llegara a la igualdad.

Pero Quilmes volvió a ser rehén de las falencias. En situaciones que exigen absoluta concentración, cuando el margen de error es más que escaso, no es posible beneficiar al adversario con actos de ternura contraproducente. El error de Damián Leyes es para guardarlo, mostrárselo a los jugadores de inferiores y luego remarcarles una idea elemental: nunca hay que rechazar para adentro. Parece una reseña redundante, que un profesional debería tener en cuenta, aunque está claro que no siempre la teoría se vuelca en la cancha. Y con respecto al yerro de Fabricio Fontanini, bien podría aplicarse el mismo concepto. Los futbolistas de Quilmes tienen que aprender que las equivocaciones infantiles alimentan el estomago del descenso.

Caer frente a Gimnasia hubiese sido una sentencia firme, un “lujo” que Quilmes no estaba en condiciones de darse. La punta del botín derecho de Enzo Kalinski apaciguó una tarde que pintaba para desazón. Sin embargo, dentro del contexto complicado por el que el Cervecero dirime su futuro aún hay fuerza para seguir luchando. Cada partido es un nuevo ciclo que empieza. Cada partido es una final que arranca. Cada partido anula la fecha pasada y comienza a escribir una historia nueva. Así Quilmes gasta sus últimos cartuchos en la frenética búsqueda por mantener la categoría: vivo y presionado.

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