A nadie le gusta, en general. Y menos a nosotros, los hinchas de Quilmes. Pero te propongo que hagas un esfuercito y practiques un flashback. Volvé unas semanas atrás. Situate exactamente en el 9 de abril, poco antes de las 6 de la tarde. En ese fatídico y profundo puntinazo de Leguizamón que terminó con tus ilusiones. No importa si después fuiste a buscar el auto al Wal Mart de Sarandí, si te volviste a pata o en bondi o si lo viste por tele. Recordalo, incrustalo en tu mente con intensidad por un ratito.
Rememorá esos brazos caídos, esa muerte en vida de once almas en pena vestidas de luto con vivos dorados. De un Quilmes que, por primera vez, parecía entender cómo se jugaba a esto de pelear el descenso y sin embargo la fortuna, o el destino, o lo que mierda haya sido, le negaba el primer triunfo y lo mandaba a la B Nacional diez fechas antes. Porque eso creímos todos, eso supimos todos.
¿Quién creía, saliendo del Grondona, que hoy, un mes y medio después, íbamos a estar pensando en otra cosa que no fuera armar el equipo para volver rápido, en el más optimista de los casos? Y ahora sí, con las disculpas del mal momento, volvé al presente. Quilmes vive. Quilmes lucha, Quilmes no olvida sus carencias sino que se sube a ellas y pelea en serio.
El traspié en San Luis podía ocurrir, siempre se puede tener una mala noche. Pero este equipo es otro. Y ante Racing lo demostró con creces, reponiéndose del golpe y, literalmente, pasando por arriba a un equipo con aspiraciones de título. Le habrán faltado intérpretes importantes, es verdad. Pero hace poco, Quilmes perdía con cualquiera. Tengamos memoria. Y entonces, decía, se quedó con un triunfo festejado, necesario y merecido.
Un triunfo para creer. Pero no sólo para creer que es potable lograr el objetivo, sino para creer en este equipo, en este grupo. Para que nosotros creamos, para que el cuerpo técnico crea, para que los dirigentes crean y, sobre todo, para que ellos, los muchachos, entiendan de una vez que saben, y que pueden. Para que salgan a comerse a cualquier rival donde sea, para que se sientan los mejores del mundo.
Por todo esto, vale (y cómo) el triunfo ante Racing. Pero vale también la transformación de este equipo. La sensación de que no hay manera de ganar un partido ya es historia, hacer cuentas ya tiene asidero, ya no es sólo perder el tiempo. Hoy no es una utopía creer que Quilmes puede sacar 8 de los 12 puntos que faltan y, al paso de sus rivales directos, mandarlos al descenso. Ese milagro, el milagro que nos invita a creer con argumentos, ya está consumado. Ahora vamos por el otro. Por el grande, por el que nos conserve el lugar que nos pertenece.
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Fotos de Alberto Hougham para Pasión Cervecera
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