Quilmes le va tomando el pulso al Nacional. Acelerando el proceso de adaptación, a pesar de los 19 refuerzos en la mochila. Se empieza a sacar la nostalgia de los triunfos en cancha de Vélez, Banfield y San Lorenzo. De la presencia irremplazable de tipos como Kalinski o Cerro, que nunca dejaremos de extrañar, pero sí hay que empezar a dejar de pedir a gritos su presencia, porque hoy, como sea, no están.
Se ganó merecidamente en Mendoza. El Cervecero generó una cantidad de situaciones de gol que, comparada con las sufridas, daba para golear. La impericia de los delanteros otra vez se hizo presente y generó el sufrimiento hasta el último minuto. Habrá que afinar la puntería. De todas maneras, ser mejor que el rival no implica convencer y mucho menos jugar bien. Quilmes cedió terreno y pelota durante prácticamente todo el partido, lo que podría haber puesto en riesgo la historia de no ser por la alarmante falta de ideas de los Vila Boys.
Si uno observaba la alineación titular, la falta de Caneo y Mansilla nos daba, por lógica, un dibujo más conservador. De hecho, en lo posicional, fue así: los de Caruso se pararon bastante más atrás que lo que lo hicieron contra Almirante Brown. Era inevitable imaginar que un empate le caía bien al Cervecero.
Y qué equivocación. Porque, está bien, desde lo territorial, se notó la iniciativa de Independiente, que tuvo pelota, campo y espacios. Pero el resto (léase situaciones de gol, hambre ofensiva, velocidad, criterio de contragolpe) lo tuvo Quilmes. Como ya dijimos, falló en lo más importante: la definición. Y la sensación de una victoria se fue al descanso frustrada.
Ya para el complemento, la historia fue otra. Los 30 minutos iniciales invitaron a pensar que el empate no le gustaba sólo a Caruso, sino también a Hrabina. El partido se hundió para hacerse soporífero y, salvo un par de situaciones aisladas, no hubo nada como para ilusionarse con el triunfo. Pero en los últimos 15, el Decano fue al frente. Se acordó de su génesis protagonista e intentó pasar por arriba a su rival. Y cuando parecía que nos íbamos a quedar con la buena impresión del final y nada más, el goleador menos pensado, el que había entrado a contramano de todas las jugadas, apareció para armar una jugada bárbara y ponernos en carrera.
Telechea no falló y Quilmes ganó. Bien, aún con muchas cosas por mejorar. Y viene River, contra quien no podremos errar tanto en ofensiva. Lo importante es que las dos victorias que pedíamos tras el cachetazo correntino, se lograron y se puede estar en la charla. Y encima, como si todo esto fuera poco, la orquesta cervecera, aún con acordes por afinar, tiene una extraordinaria compañía: la de Los Visitantes.
Foto: Gentileza de Diario Uno y Diario Olé