Si bien tratar de fomentar el alarmismo sería atribuirle al resultado una connotación absurda, la actuación de Quilmes ante Deportivo Merlo es un llamado de atención. No cambia la ecuación de un conjunto que tiene jerarquía, pero sí explica que cada partido es una historia diferente que se resuelve con distintos niveles de suficiencia. En un campeonato de localías pesadas, el Cervecero perdió dos puntos en el Estadio Centenario. No obstante, la tabla de posiciones, a sólo cinco jornadas del comienzo, es relativa. Quilmes demostró características interesantes y es un rival de cuidado para cualquier oponente. La condición de equipo fuerte (todavía no de candidato) continúa intacta. Lo que deberá aprender es la enseñanza que dejó el empate frente al Charro.
¿Por dónde pasaron las claves que fundamentan el desarrollo del cotejo? Deportivo Merlo fue más cauto que Quilmes pero sin embargo fue más agresivo. Tuvo menos la pelota pero fue más eficaz en la distribución y la ventaja territorial le dio la posibilidad de disponer de las situaciones más claras para abrir el marcador. El elenco de Felipe De La Riva corrió mucho y lo hizo bien. En el fútbol es más importante cómo se corre que cuánto se corre. Ahí ganó Merlo. El Cervecero, por su parte, fue una estructura heterogénea que nunca encontró un criterio unificado para ir a buscar el partido.
Quilmes, que fue superado por el Charro, necesita codificar el mensaje que transmitió el encuentro porque a lo largo de la temporada va a tener muchos cerrojos similares. “Habrá que trabajar en esa cuestión”, admitió Ricardo Caruso Lombardi. Y no hay excusas. Deportivo Merlo fue un adversario leal: no pegó, no friccionó más de la cuenta y se impuso con la autoridad que adquirió por haber cumplido la premisa de ser fuerte y de resguardarse lejos de Darío Capogrosso. Quilmes no pudo progresar porque Merlo contrarrestó su juego con una propuesta que lo incomodó.
Desde el punto de vista táctico, para romper la última línea de un equipo que defiende con fiereza hay una solución posible: hacer ancho el terreno y abrir la cancha para que se generen los espacios a partir del despliegue obligado que tiene que hacer el elenco que no posee el balón. Caruso Lombardi, a partir de su declaración, reconoció que debe hallar variantes para herir al rival sin depender de un solo camino. Que Sebastián Martínez lance pelotazos frontales desde atrás de la mitad de la cancha no es un buen síntoma. El Tano va a tener que examinar de qué modo se puede lastimar al adversario a través de superficies aleatorias.
Todo suma. Y Quilmes, a pesar de que el punto haya dejado sabor a poco, precisa capitalizar la experiencia para saber cómo afrontar el futuro. Faltan 33 fechas. Aún hay tiempo.