El resultadismo asesino no deja ver. O mejor dicho: deja ver lo que conviene que se vea. No es ninguna novedad. El descenso de River, además de cebar la morbosidad popular, es la verdadera exposición del monstruo mediático que se generó tras la caída de uno de los clubes más importantes del mundo. Ese enredo provocó la distorsión de la silueta de un equipo con la chapa bien lustrada pero con desniveles notorios. River tiene la ventaja de ser River, aunque si se lo desplaza del cartel explosivo de su nombre es un conjunto vulnerable por todos los rincones. Las tres victorias consecutivas del Millonario ante tres de los cinco peores puntuados del campeonato vendieron una imagen barata y abrumada por el oportunismo triunfalista.
“La gente de ellos (por Quilmes) festeja un empate y nosotros nos vamos tristes. Eso hace la diferencia de lo que pelea cada equipo”, lloró Fernando Cavenaghi después del partido. El discurso del delantero, cargado de hipocresía, hilvanó el pensamiento (equivocado) de River, que tuvo que adaptar su estilo tibio a la pasión que impuso el Cervecero. Quilmes no celebró la igualdad, sino que valoró la cosecha porque una derrota hubiera significado una enorme injusticia. De hecho el elenco de Ricardo Caruso Lombardi fue superior y debería haber ganado. Cavenaghi, desactualizado y probablemente mal asesorado por su timorato compañero de ataque, pecó de ingenuo.
Ricardo Caruso Lombardi cambió el esquema por primera vez en el certamen y Quilmes, a pesar de la modificación, no perdió el espíritu ni la esencia. El Tano acertó. River no avanzó por los costados y el Cervecero le cortó los circuitos de gestación. La presión sobre la salida del adversario también ha dado muy buenos frutos. Cuando los de Matías Almeyda se chocaron contra un rival bien constituido no supieron qué hacer. El caballo en el que venían subidos se quedó en la puerta del Estadio Centenario y los jugadores, acostumbrados a ganar con poco, tambalearon cuando se dieron cuenta que para pisar a Quilmes no alcanzaba con empuñar la camiseta.
Quilmes demostró que tiene carácter y que está preparado para prevalecer en los grandes acontecimientos. El compromiso que manifiestan los futbolistas, sumado a la mano tangible de Caruso Lombardi, sitúan al Cervecero en el camino correcto. Sin quemar etapas, y sabiendo que en el trayecto pueden aparecer obstáculos, el Decano va a afianzarse hasta obtener el estatus de candidato que se esperaba en la etapa previa al inicio de la temporada.
River por ahora es un espejismo que irradia miedo por el peso de la historia. En definitiva, no es más que ningún otro equipo dela B Nacional.Su supremacía aparente es sólo una construcción abstracta. Quilmes como conjunto fue el fuego sagrado encarnado en un corazón gigante. Es meritorio que la institución de las corporaciones haya entendido que con figuritas no es suficiente. El Cervecero conoce el paño. Y encima es correcto, desde la teoría hasta la práctica.
*Nota número 100 de Camilo para Pasión Cervecera. Las palabras faltan ante semejante periodista. El gusto siempre será nuestro…