Todos queremos ganar siempre, eso está más que claro. A todos nos gustaría ascender diez fechas antes con los 114 puntos que el campeonato permite cosechar. Pero en este fútbol de hoy, tan parejo, hay empates que suman. Siempre hablando de conceptos “a priori”, del famoso juego de agarrar o no la lapicera para firmar un empate. Después ‘depende cómo se de el partido’ y toda esa sanata. Sanata que es real, valga el contrasentido.
Lo cierto es que este era uno. Obvio que todos queríamos ganar, separarnos de Central, quedar terceros en la tabla y amenazando con seguir subiendo. Sí, seguro. Y no era imposible. Aprovecharse de un equipo en baja, una platea de las más exigentes y dar el golpe. Pero también hay que decir que, en la previa, no estaba para nada mal terminar la excursión rosarina con un puntito en el bolsillo.
La cuestión es que Central se vino al humo. Lógico, esperable. Quilmes no se hizo mucho drama en defender cerca de Trípodi. Fue estratégico y no sorprendió. El problema fue que esa postura no duró “los primeros 15 o 20”, como dijo el técnico. Sino que se mantuvo hasta el final del primer tiempo. El Cervecero no atacó ni tuvo posesión, sino que le cedió terreno y pelota al Canalla casi permanentemente.
En el complemento, y a costa de un rival suicida que encima no era profundo, pudo Quilmes superar la mitad de cancha con pelota dominada y generar alguna contra aislada. Poco, en suma. Y Trípodi terminó salvando sobre el final lo que era derrota ante un equipo bastante limitado y más nervioso, pero que por lo menos fue protagonista.
Por eso, decía, el tema de las ambigüedades. Ok, el punto sirve. El tema es que el QAC, a ese punto, lo vio como el único objetivo posible. Jugó para mantener el cero en el arco propio, y esa tarea la cumplió a la perfección. En defensa los rendimientos fueron altos: hubo inteligencia para, en vez de hacer ‘el embudo’, sacar de a poquito a Central del área.
Pero, si vemos la parte vacía del vaso, hay que decir que en ningún momento se pensó en ganar el partido. No se vieron tres pases seguidos en función ofensiva, ni acumulación de gente en el campo contrario. Una situación de gol en todo el partido. Poco. Por eso. Si queríamos empatar, bárbaro. Laburamos bien y seguimos. Pero preocupa el escaso protagonismo. Y no hoy, sino en todos los partidos como visitante. Incluso en Mendoza. Habrá que corregir un problema que parece más psicológico que futbolístico.
Fotos de Alberto Hougham para Pasión Cervecera