Caruso, devorado por su personaje

Omitir las cualidades de Ricardo Caruso Lombardi como director técnico sería pasar por alto los antecedentes deportivos que lo catapultan como un hombre capaz e inteligente. Los procesos exitosos no se emparentan con la suerte, o al menos el azar consume un porcentaje ínfimo, casi imperceptible. En Tigre, por citar el hito más importante de su carrera, obtuvo el Torneo Apertura (43 puntos sobre 60 posibles) y el Torneo Clausura (50 sobre 60) en la temporada 2004/2005 de la Primera B Metropolitana y ascendió al Nacional B: campaña histórica. Después le siguieron buenas etapas en Argentinos Juniors, Racing y Newell´s, entre otros. La exactitud para incorporar futbolistas desconocidos (aún no cristalizada en Quilmes), la fortaleza de sus equipos y la labia para tocarle el orgullo al jugador se transformaron en características inherentes a la trayectoria del Tano. Sin embargo, en el circuito de Caruso Lombardi hay componentes que no cierran del modo adecuado.

Caruso Lombardi construyó un personaje que muchas veces lo perjudica. El Tano conoce el paño, le sobra perspicacia, pero el contorno de su figura pintoresca es el mismo que lo enreda en sus propias limitaciones. Por momentos, el juego mediático lo excede completamente. Y cuando se excede, ocurren situaciones como las del sábado pasado. Absorbido, Caruso Lombardi respondió el insulto de un plateista (que está identificado y debería ser sancionado, si se aplica el “criterio riguroso” que predica la dirigencia, aunque es poco probable que castiguen a un integrante de la lista Azul y Blanca en las últimas elecciones) y, así, desató una tarde de furia generalizada. No sorprende la reacción de una persona que piensa que el mundo está confabulado en su contra.

La triste jornada invita a la reflexión colectiva. Por el lado de los hinchas, es inadmisible, más allá de cualquier resultado, utilizar la degradación como método de expresión en circunstancias gobernadas por la emoción violenta. Tampoco se justifica la contestación de Caruso Lombardi, quien como principal autoridad del plantel profesional debe cuidar las formas y predicar con el ejemplo. En los últimos 15 días, Quilmes fue noticia por episodios que avergonzaron a todos los que rodean la vida del Cervecero. El entrenador, un puñado de simpatizantes exacerbados y representantes oficialistas y opositores, protagonistas de la fragilidad que Quilmes exhibe ante los ojos del país. Lamentable.

Desde la esfera deportiva, lo cierto es que el Quilmes que armó Caruso Lombardi juega decididamente mal y cuando pierde lo hace sin atenuantes. A este equipo le falta trabajo, y la responsabilidad es de Caruso Lombardi. Después, sin dudas, hay jugadores que contribuyen con un nivel bajísimo. El Cervecero no encuentra vías alternativas cuando el oponente controla la primera opción, no queda claro cuál es la idea de juego ni sobre qué fundamentos se sale a buscar un partido. Además, no existen variantes en los esquemas tácticos, que, si bien son relativos, oscilan entre el 4-4-2 y el 4-4-1-1. Falta planificación y sobra improvisación, que se manifiesta en el pelotazo como arma predilecta. El Tano sabe cómo los rivales esperan a Quilmes en el Centenario, sin embargo, no se ve la estrategia para vulnerar los cerrojos adversarios.

En un campeonato irregular, la diferencia que separa a Quilmes de los líderes (seis puntos) parece exigua. El Cervecero vive y aún está a tiempo de modificar lo que viene haciendo mal. En el ámbito futbolístico no hay que dramatizar. Desamparados fue superior y ganó bien. Lo que sí preocupa es el clima espeso que reina en el club. Como si todo fuera una olla a presión que todavía no terminó de reventar. Es hora de dejar el ego en el perchero y empezar a trabajar más.

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