Quilmes vive. El panorama postderrota en Varela, hace sólo un mes y días, era desolador. No desde lo numérico, porque uno tiene la sensación de que en este tipo de certámenes ningún equipo puede dejar de estar a tiempo de todo antes de, pongamos por caso, el mes de abril. Desde lo futbolístico, porque el equipo no respondía. Ni los indiscutidos, ni las apuestas, ni los que entraban desde el banco. Nada.
Y también desde lo actitudinal. Porque muchos jugadores, y por supuesto el técnico, daban una imagen preocupante: aquello tan feo de ver un equipo que se arrastra, y que parece darle lo mismo ganar que perder. Fanatismo aparte, eso se veía hace nada más que treinta días. Y eso era lo que había que modificar, lo dijimos una y otra vez.
Y ahora la satisfacción pasa por ahí. Quizá Quilmes no juega el fútbol que todos queremos. Quizá le falta frialdad para cerrar partidos que merece ganar (Instituto) o inteligencia para no terminar sufriendo en otros que no lo ameritan (Atlanta o este en Jujuy). Pero si algo se ha visto en estos últimos cuatro encuentros, en los que, dicho sea de paso, se sumaron 10 puntos de 12 posibles, es un cambio de actitud. TODOS se han compenetrado en este lapso con la causa retorno a la A, y se ve reflejado en el césped.
Perdonen la discreción. Hasta acá lo que me parece destacable del momento de Quilmes, un equipo que demostró que, ascienda o no, va a ser muy difícil que no esté en la pelea. Pero no me puedo olvidar de la injusticia: sé que la gran mayoría no pudo ver el triunfo en Jujuy y, en la necesidad periodística de contarlo, digo que hay motivos más allá del resultado para conformarse.
Sufrimos sobre la hora, sí. Trípodi tapó un mano a mano claro y el palo salvó otra en el final, también. Nunca se avasalló a un rival que venía de perder 9 seguidos, cierto. Pero se ganó con justicia. Los merecimientos partieron de la cabeza. Muchos puntos altos (Caneo, Carli, Trípodi, Telechea, Agüero). Y otros no tanto. Pero la verdadera clave estuvo en la azotea. Buena lectura de partido ante un rival destrozado anímicamente, pelota parada y a la bolsa. Y felices fiestas en promoción. Es tiempo de prepararse porque lo que viene es más jodido, pero no imposible. Y sí, Cervecé. Te quiero así.