La paleta de Ricardo Caruso Lombardi no contempla grises. Su pincel se mueve por los extremos. Desde que la figura del entrenador explotó en 2007, cuando desembarcó en Argentinos Juniors, adquirió una popularidad inusitada, que se basó en una buena inserción en Primera. El Tano irrumpió con su personalidad avasallante e, inteligente, instaló un personaje agradable para el apetito mediático. Caruso Lombardi captó los vicios del fútbol grande y no pudo hacer la disquisición entre lo lógico y lo absurdo, pero logró su objetivo: establecerse en un círculo privilegiado, donde abundan los amigos del campeón y se esconden los que creen que no todo se domina a partir de la retórica discursiva. O se lo toma o se lo deja. Así es el Tano.
Negar el mérito de Caruso Lombardi en este presente de Quilmes, que es aceptable y tiene al equipo inmerso en la pelea por el ascenso, sería omitir una parte importante de la historia. El ex director técnico de Racing armó una estructura interesante, que no es sobresaliente ni vergonzosa. El Cervecero es un conjunto estándar. En la catarata de refuerzos que arribaron en junio de 2011, trajo algunos jugadores que en la actualidad son piezas fundamentales. Fernando Telechea, hoy lesionado, es el más relevante, pero también dio en el blanco con Joel Carli, Leandro Díaz y Jacobo Mansilla, entre otros. Y más allá del error grosero que cometió con Huracán, vale recordar que en el pasado cercano influyó desde el banco a través de “cambios ganadores”.
El problema del Tano se halla en el contexto que rodea su capacidad. Todo (o casi todo) lo que emite lo transforma en un show. Y en la confusión se pierde la esencia de sus virtudes, que son evidentes. A Caruso Lombardi le gusta el circo, y no se da cuenta que en el fondo se perjudica a él mismo. Le pasó en los otros cuatro clubes que dirigió en la categoría superior. En Quilmes acertó mucho, aunque igualmente perpetró equivocaciones, sobre todo en la elección de futbolistas que nunca deberían haber llegado. El personaje de Caruso Lombardi presenta aristas que saturan. ¿Por qué? Porque hace un culto de la “viveza criolla”, del oportunismo momentáneo, de la queja de lo que después termina haciendo. Para el Tano está bien lo que a él le conviene que esté bien, y todo lo que está mal es lo que conspira contra lo que él considera que está bien. No hay vueltas.
Caruso Lombardi utiliza el diccionario de las excusas para maquillar la floja labor de su equipo en los últimos cotejos. Lejos de la autocrítica que se precisa para evolucionar, le apunta a los árbitros, a las estrategias (lícitas) de los rivales, a la incentivación y a cualquier pretexto que lo deje bien parado, que lo desligue. Los análisis públicos que hace tras los partidos no entregan riqueza conceptual, sino que sólo distribuyen frases picantes que de poco sirven para entender el porqué de un resultado. En vez de explicar que los espacios en el fútbol se capitalizan con el juego por las bandas, cae en el facilismo de que Quilmes no pudo “porque Ferro se cerró atrás”. En vez de decir que pifió en el planteo y en los cambios frente a Huracán, sentencia a Pablo Díaz.
Tanto poder ostenta la efigie del entrenador que lleva a los dirigentes en el puño de la mano. Hace y deshace a su antojo. La muestra cabal es que tuvo concesiones que ningún otro director técnico hubiera tenido. Si José María Bianco se hubiese servido de los medios de comunicación para quejarse por la deuda salarial, al día siguiente era despedido. Caruso Lombardi fue la excepción. Los reproches llovieron cuando en enero no le traían el tan buscado volante izquierdo que pedía a gritos. Pero como finalmente le dieron el gusto con Nicolás Torres se vio obligado a bajar el perfil, porque no es ético criticar a quienes ceden ante el deseo. Lo que marca el pulso es el beneficio ocasional.
Con los hechos consumados, el encuentro con River fue un retroceso. Quilmes frenó el impulso, perdió la identidad que había conseguido y entraron dudas que antes permanecían disipadas. De todos modos, los cuatro empates consecutivos no son para dramatizar. Los inconvenientes van a florecer si la irregularidad se mantiene y no se registran progresos. Depende de que los jugadores recuperen la confianza y vuelvan a convencerse. Y de que Caruso Lombardi ahuyente la arrogancia que a veces lo sobrepasa. Es una lástima porque es un buen entrenador.