Quilmes volvió a empatar y a dejar una imagen, como mínimo, pobre en su nueva excursión por Buenos Aires. La cuarta igualdad consecutiva resguarda una racha importante de partidos invicto (12 en el torneo; 14 si contamos Copa Argentina) pero la realidad es que el momento del equipo dista mucho de ser el deseable. Y llama la atención lo pronunciado del bajón por la distancia temporal con el pico más alto de rendimiento.
Dicho en criollo: un día, el equipo ganó 7 a 1; y exactamente un mes después se dejó empatar por un rival que no es mucho más que aquel. Esta vez, lo más preocupante fue la intensidad con la que se encaró el partido. No obstante la posibilidad de quedar a un punto de los líderes, el Cervecero siempre exhibió un tranco cansino, un ritmo casi de amistoso de pecheras. Y enfrente tuvo a un Huracán claramente inferior conceptualmente, pero más impetuoso. Y al Globo le alcanzó con eso para complicar e irse 4-0 arriba en un eventual ping-pong del primer tiempo.
En todo el partido, Quilmes adoleció de variantes cuando se propuso manejar la pelota. Y acá, si bien no es lo único que se lo impidió, hay una gran injerencia del cambio de esquema. Por más voluntad que pongan Serrano y Corvalán (incuestionable, sobre todo en el caso del Mugre), ambos son laterales, no volantes. Con esa limitación, un Caneo encendido y preciso se fue diluyendo por la falta de compañía que le ofreció el planteo de Caruso.
Más allá de la jugada del gol, podemos sumar a esto el casi nulo peso ofensivo de Cauteruccio y Giménez, ambos aislados entre sí y del resto, y flojos con la pelota en los pies. Si un rato de inspiración de ambos terminó en la red, imaginen si estuvieran en un nivel más cercano al esperable. Por estas cuestiones y otras más, le costó muchísimo al Decano generarle peligro a un equipo que se demostraba vulnerable.
Para colmo, no se aprovechó el guiño del destino. Con la gran jugada de Giménez y definición de Caute, Quilmes tenía el trámite servido para hacer pesar la impotencia rival y llevarse un triunfo histórico del Ducó. Pero eligió mal. Leí muchas críticas a los cambios del técnico. Es respetable, pero también hay que decir que varias veces, variantes similares le dieron la chance de abrir otros partidos. Depende de cómo el entrenador lo piense. El tema no son tanto los nombres como la mentalidad. Tras el 1-0, el equipo se achicó solo y agrandó a un rival atomizado hasta que empató y casi gana.
Y otra vez uno se pregunta por qué tantos cambios estructurales de un partido al otro, si la mano como estaba venía dando, medianamente, resultados. Porque ante Ferro se jugó mal, pero esta vez, sin la mínima actitud y bastante peor. ¿Y seguiremos cambiando ante cada dificultad? ¿Y nos seguiremos encogiendo cuando el entorno nos tire un centro? Ojalá no, porque está demostrado que nos da para mucho más y si lo vamos a buscar es posible. Pero de arriba, del cielo, no viene nada.