Se pone de rodillas, esa camiseta pegada al cuerpo le juega una guerra estupida a los kilos de más. Un gesto de pleitesía desde el gris escalón es su único acto instantáneo para su guerrero. Le cuesta levantarse para enfocar la mira y ver como su gladiador culminó la faena cuando el grito sordo de la multitud lo perfora denotando que el delantero de turno es cartera. Cae el sudor que se entremezcla con lágrimas en esta primavera que le va dejando lugar al verano. No puede levantarse, se siente inútil.
Estalla contra el cartel de publicidad, la escena se repite, este lugar es mío parece decirles. Un giro mortal para ganarle al más osado de los 9, volar con los dos pies de costado para que ese liliputiense delantero quede inmaculado ante tanta ofrenda de huevos. Esa escenografía que le pone la cara verde no es una muestra del increíble Hulk, es una vieja rutina de trabar con la cabeza. Levanta la vista y la juega corta con su zurda de botines Adidas azules. Muta su cara entre pibe adicto a la play y furioso lateral izquierdo, que alguna vez supo ser segundo marcador central, nunca delantero. Tuvo en claro que en el dorsal no había lugar para proliferación de goles. En su faena se desgarra la camiseta, las joyas de la B Nacional no asoman la cabeza por este peaje. El 3 se limpia como puede su cara y el de la popular se suma al grito “Mugre, Mugre, Mugre…”
Hipoacusia ante tanto grito. No hay médico ni patología, la única verdad es la realidad… 25 de abril de 2009, quién sino Ricardo Kergaravat para darle aire con su ladero Escalante. Así nació la historia de este Claudio Gastón Corvalán y su debut ante Independiente de Mendoza, el de Ortega, sí. 5 partidos jugará en aquel torneo y cerrará con gol su primer semestre como profesional marcando en el 3-0 ante Olimpo en Bahía. 34 partidos en la campaña del ascenso, todos como titular y casi 3000 minutos en el césped. Entre José María Bianco y Jorge Ghiso comenzaron a moldear al lateral izquierdo, pieza importante en la vuelta a Primera División. Recordar su gol en Mendoza precisamente ante La Lepra. Le resultaba esquivo el Centenario a quien comenzaría a transformarse en un hijo pródigo. Un canterano. Las fauces de un champagne en vaso de plástico lo depositaron en la Reserva y tras una lesión volvió como capitán y nunca más dejó el equipo hasta el primer llamado de Caruso Lombardi. Claudio Corvalán, con 40 partidos en el máximo equipo, en diciembre de 2010 volvía de Bahía Blanca (hermosa coincidencia nuevamente) en otro micro, con sus compañeros de Preliminar, sin aire acondicionado, con poca comida y un GPS humano que demoró la vuelta 3 horas más de lo pensado. En el otro colectivo la algarabía por el gol de Danilo Gerlo, el 1 de promedio y los libros de autoayuda de Madelón. Contrastes. Vaya si los había; Gervasio Núñez era el lateral izquierdo de Carol… Ese final de 2010 auspicioso para el primer equipo pero totalmente nómade para la Reserva le había quitado las esperanzas al Mugre, aunque la garra se atomiza en alguna parte de su cuerpo y explota como lapicera contra el papel. Un poker de derrotas pudo mas que el combustible emocional de Madelón y la llegada de Caruso Lombardi fue el primer gesto cómplice. No obvié a Hugo Tocalli (Quien sigue con ganas de dirigir) sino que la historia es conocida respecto de su visión futurista que en el segundo semestre en Primera Narvay la iba a romper. Ante esa obscenidad, hablar de seis meses de espera parece inconducente. Y esto no va en detrimento de Quique, sino en su ineptitud y su falta de huevos para darle rodaje al delantero que él consideraba que podía hacer la diferencia.
Tras la derrota ante Huracán, Caruso lo mandó a la cancha en el empate en uno frente a Independiente. Su vuelta al Centenario. La gente no se había olvidado de él. Cumplió 14 partidos en su lomo y se bancó el descenso un año después. Los flashes generan la elocuencia de condenado tras la derrota ante Olimpo. Las lágrimas son de Corvalán, así como el puesto. Las paradojas de este Quilmes en el que parece que en ese sentido el mundo sigue girando y éste sigue estático, inerte a todo. La crueldad de aquel micro, el descenso consumado, la marginación casi leprosa… Ese es el precio que deben pagar parece.
Acumula 17 encuentros en esta B Nacional, su recorrida lo deposita en 70 sin ninguna roja y 4 goles. Pero la actividad del Mugre no se circunscribe a llenar planillas, su trabajo pasa por otra esfera, que es reconocida, claro. Si ese grito se mantiene inalterable desde la tribuna. Un canterano ha logrado poner de pié Alsina y Lora, bastardeada a diestra y siniestra. A otro más lo buscan desde la máxima categoría de nuestro fútbol, como a Cerro y Kalinski pero por ahora se queda. Lo quiso Newell´s, arrimó oferta Lanús y vaya paradoja, ahora lo necesita Madelón para su San Lorenzo al borde del naufragio.
Me encuentro hablando de un defensor, dicen que mi defecto es ver las bondades de los mismos. Por eso en aquel momento dedique unas líneas al Ultimo Romantico, Miguel Caneo. Otro guardian de mis mejores momentos. El Mugre Corvalán genera la misma carga positiva y veo a mis amigos jugando en ese lugar con esos huevos. Levantando a esa gente de su butaca juntando voces en un solo grito. Corvalán juega como todos nosotros, unifica funciones y despacha garra. Corvalán traba con la cabeza. Levantate de la computadora, ponete la blanquita y pegale cabezazos al CPU. Eso es mi viejo. Y yo que no miraba defensores voy al piso cuando el firuletero de turno se la muestra. Viste que dicen que la mente se te pone en blanco, para mi Corvalán juega así.
Tocalli lo observa desde el 42 pulgadas y llama a Madelón para decirle “yo no lo vi” y el otro le responde “a mi no me quedaba otra, lo tenía a Gervasio” El telefono se hace añicos, solo queda titilando el 3 en un rojo furioso, Corvalán lo ha hecho nuevamente, ha roto con todo. Y desde el fondo, esa camiseta que perdió la guerra con los kilos, gira y gira en el brazo de su amo y el “Mugre, Mugre” se transforma en un grito de guerra. Se saca un pedazo de barro de su ojo y hace suyo el callejón hasta el infinito y más allá…
Escoba nueva barre… Qué?