Así no

Quilmes nunca entendió de qué modo había que jugar un partido de semejante magnitud. No salió ni con la más mínima predisposición, como si el premio en disputa fuera el de un solteros contra casados. En este caso el galardón era blindar, como mínimo, una Promoción, más allá de los indicadores matemáticos. Así no se afrontan los compromisos trascendentales, Quilmes. Así no. Los errores se acumularon y la desidia dominó la escena. Pueden fallar muchos aspectos, pero hay uno que debe ser indeleble: la actitud. Puede sonar a frase trillada, y es verdad, pero cuando un equipo camina (o trota) la cancha es porque negocia la actitud. El cóctel, nocivo, produjo que se encendieran alarmas que tendrían que estar apagadas. Rosario Central, sin más recursos que el combate carente de fundamentos técnicos, le expropió las acciones a un Quilmes que miró cómo le desvalijaban la casa y no hizo absolutamente nada para impedirlo.

El Cervecero presenta un problema severo. La estructura ofensiva de Quilmes, a partir de la mala elección de los jugadores de ataque cuando se armó el plantel, se subordina a dos futbolistas: Miguel Caneo y Fernando Telechea. El volante atraviesa un buen momento y el balcarceño, lesionado, ya no es una carta potable. Como consecuencia, alcanza con mirar algunos videos de Quilmes para entender a quién hay que neutralizar. Si los rivales absorben al Japonés, el Decano camina por las nubes. Eso también es parte del “inefable” sistema que dejó Ricardo Caruso Lombardi. ¿Y Martín Cauteruccio? Posee condiciones muy interesantes, sin embargo, su nivel esta temporada quedó signado por la irregularidad permanente: tiene partidos impresionantes y otros que no supera la línea de los cuatro puntos. El uruguayo, en mayor o menor medida, depende de la inventiva de Caneo. El resto (sobre todo Pablo Vázquez y Facundo Diz) son héroes de ocasión.

Quilmes se queda sin alternativas cuando Caneo no logra hacer pie. Y eso es inadmisible. Todavía no se adoptó un concepto básico del fútbol: los espacios se generan abriendo la cancha, y para eso se necesitan jugadores que utilicen las bandas. La justificación de esta idea se basa en que el juego por los costados provoca que los defensores y los mediocampistas rivales se vean obligados a “extenderse”, que se les haga ancho el terreno y que, así, el circuito defensivo deba abarcar más campo. Por decantación, si el Cervecero abriera la cancha tendría muchas más opciones de ataque y no dependería de un solo hombre. No obstante, una salvedad: si Pablo Garnier va a ser el encargado de distribuir es lógico que en Quilmes impere la cultura del pelotazo. Sólo se trata de parar el balón y progresar por los extremos. La excusa de que el adversario se cerró atrás conspira contra la cordura.

Ante el Canalla hubo demasiadas equivocaciones, se dijo. Una de las más relevantes fue la de Omar De Felippe al confeccionar el banco de suplentes. Eligió tres volantes (Sebastián Romero, Lucas Rimoldi y Germán Mandarino) con características similares y encima el único que podía clarificar el panorama (Rimoldi) no ingresó. Quizá hubiese sido el momento para convocar a Miguel López, quien suele romper líneas. El bahiense se guardó el último cambio e indirectamente “reconoció” que no estuvo fino en la selección. El nuevo entrenador, que después del cotejo diferenció su estilo de conducción del de Caruso Lombardi, metió un pleno en Tucumán pero la eliminación en la Copa Argentina y la dura caída frente a Rosario Central representaron dos pasos en falso. Es tiempo de levantar al equipo.

Quilmes cortó una racha de 155 días sin derrotas y ahora empieza otra historia. El puesto en la tabla de posiciones es bueno y aún hay un margen de nueve puntos con respecto a los quintos, aunque pueden ser seis si Boca Unidos le gana a Chacarita. Lo del lunes a la tarde fue triste, sobre todo por la dejadez que exhibió el Cervecero. En los jugadores y el director técnico están las respuestas a todos los interrogantes que se generaron tras un tropiezo espiritual y futbolístico.

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