Una mancha más al tigre. Otra derrota y, por lo pronto, a mí se me terminaron las ilusiones de llegar a un ascenso directo. Por las matemáticas, por el juego y, sobre todo, porque las consecuencias de los errores propios fueron las inevitables y seguirá siendo así.
Quilmes es un manojo de pifiadas desde hace algunas semanas. Por supuesto, la primera fue la salida de Caruso: desprolija y determinante. Pero supongamos que era imposible retener al actual entrenador de San Lorenzo, ¿era el momento de De Felippe? Es difícil echarle la culpa al nuevo DT, cuesta desde lo moral y desde la necesidad de entender a un cuerpo técnico que llegó pensando que podía mejorar algunas cosas y le terminó saliendo el tiro por la culata.
El tema es que si no era él ¿quién? Cualquiera que hubiese llegado iba a tener ganas de meter su mano en la casi maquinita que era el Cervecero (sin ser una maravilla, ganaba). Se me ocurrió, con el diario del lunes, claro, que quizás lo mejor era ofrecerle el puesto a alguno del riñón de Caruso. Que sé yo, quizás Montemurro, su ayudante de campo, hubiese aceptado la posibilidad para ser cabeza de ratón y no cola de león. Y ya iba a tener conocimiento del plantel, y no iba a tocar tanto.
Pero no vale la pena seguir llorando por lo pasado. Aunque sí marcar lo que uno cree que fue un error. Ahora está De Felippe. Y sigue meando afuera del tarro. Están buenas sus ideas de salir jugando y lograr más tenencia de la pelota. Sin embargo, eso tiene que trabajarse, no se le puede meter a un conjunto adaptado al vértigo. Así, Quilmes perdió identidad, solidez defensiva y, obviamente, territorio en la pelea.
Cada cambio del nuevo técnico, es una nueva cagada. Parece un pato criollo. Ojalá que no nos coman los de abajo porque, al menos, todavía tengo la ilusión de ganar en la Promo. ¿Cómo se soluciona esto? No sé, no debe ser fácil volver a jugar como antes pero tampoco está resultando rápida la adaptación. Como sea, a Chaca le tenés que ganar. Sino, ya ni con estar entre los cuatro me ilusiono…