AIRE

Sí, decime lo que quieras. Que se le ganó a un rival en descenso directo. Que estaban
pensando más en cómo los recibían y qué reacción tenían los hinchas ante cada jugada que
en el partido en sí. Que todavía falta un montón para parecerse en algo al equipo que supo
ser este Quilmes. Que el partido no era medida. Incluso que el 3-0 fue exagerado. Que la tabla
marca que el ascenso directo sigue bravo. Ok. Lo que vos quieras.

Pero a mí dame esto. Después de ver lo mal que se jugó contra Chacarita; que se terminó
pidiendo la hora ante el peor de todo el campeonato; que hace rato que no se daban tres
pases seguidos en función ofensiva; que parecía no haber brújula para recuperar al menos algo
del rumbo que se llevaba. Y hoy Quilmes ganó, “gustó” y goleó. No es poco. En lo matemático
sirve porque te alejás de los de abajo y te acercás al puntero. Indiscutible.

Lo de las comillas, en realidad, es porque tampoco el equipo fue una aplanadora. Es más:
por momentos, con el trámite 1-0, cedió pelota y terreno y, a pesar de sus limitaciones,
Desamparados arrimó algo de peligro y casi empata. Pero fue un ratito. Psicológicamente,
Quilmes siempre dominó el partido. ¿Cuánto hace que no pasa? Eso es lo que se valora. Hacía
más de un mes que no podíamos jugar un partido en el lugar y ritmo que convenía. Y no es una
gilada convecerse de que eso es posible.

Y si bien no hubo un circuito de juego tan visible (de hecho, Caneo estuvo casi desaparecido,
salvo el penal), el Cervecero se arrogó la virtud de pisar el área y preocupar. Y sobre todo,
lastimar. Con un mediocampo compacto, que tuvo a sus tres intérpretes en un buen nivel,
alcanzó para maniatar a un adversario confundido desde el vamos y que salió noqueado al
complemento.

No hay mucho más que explicar. Se sabía que Quilmes era, en el papel, superior al Puyutano.
Pero también lo era respecto de Chaca y no sobró ni un cospel. Acá se demostró. Falta, sí,
falta un montón. Pero ya se ve algo. Y lo más importante, en medio de cuestionamientos, mal
clima, arengas forzadas y malas caras en el hotel: el triunfo justificado es una gran excusa para
respirar. Viene semana larga, hay tiempo de potenciar lo bueno y corregir lo malo para encarar
el lunes una final. Ni más ni menos que cualquier otra, una de seis, pero clave al fin. Así hay
que entenderlo.

Comments are closed.