Con la camiseta

No hay otra explicación. Quilmes, como equipo, club y hasta como “mundo”, hizo gala de su indiscutible paternidad y le ganó 1-0 a Chacarita Juniors. No existió ningún tipo de merecimientos de parte del Cervecero, que empeoró respecto del ya bajo nivel que venía mostrando en las últimas fechas. No hizo nada para ganar el partido, ni siquiera para empatarlo… nada más (ni nada menos) que ser sí mismo, llamarse Quilmes. Y con eso alcanzó.

Los comunicólogos no podemos esquivar como una de nuestras grandes referencias a Harold Lasswell y su teoría de la aguja hipodérmica. En resumidas cuentas, plantea que un mensaje va a repercutir de igual manera en todos sus destinatarios, sin importar su individualidad. Este concepto, ya demodé, podría aplicar tranquilamente al postpartido del domingo. Algunos más, otros menos felices por el resultado, podemos arriesgar que todos volvimos a casa preocupados por lo que mostró el equipo de De Felippe.

Ya que se llegó a los tropezones, era una gran chance. Venía el peor de todos por escándalo. Había que ganar, obvio. Pero también había que demostrar algo. Mostrar algún signo de recuperación. Y no, no pasó. Quilmes fue ampliamente superado, sufrió y hasta pidió la hora ante un rival que lleva 20 partidos sin ganar. Chaca tuvo la libertad para rehacerse de sus cenizas, convencerse de que podía dar tres pases seguidos y hasta se ilusionó con la quimera del empate. Todo eso se lo dio el QAC.

Y digo yo… si no es ahora, ¿cuándo? Si un equipo no se puede soltar, no puede desplegar su fútbol en un contexto como este, con todo a favor, el margen se achica. Por lógica, todos los rivales que quedan (y los que pasaron también) son más que este Chacarita que te complicó la vida. Por suerte esto es fútbol, no matemática. Aunque sean, paradójicamente y en exclusiva, las ciencias exactas las que hoy mantienen a Quilmes con expectativas.

Hay que mejorar mucho si se quiere luchar por el ascenso directo (hoy más cerca que antes, todavía no me taches) o llegar a una promoción con alguna chance. Se puede, claro. Primero hay que tomar conciencia. Si un técnico se va “muy conforme” después de esta deshonra estamos equivocando el camino. El que se quedó con la cabeza en el pasado, o cambia el chip o se baja, porque estamos jugando la historia. La historia de una camiseta grande, esa que ve Chaca y se mea encima.

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