Quilmes logró sacar adelante un partido bravísimo, salió vivo de una cancha en la que casi nadie suma. Consiguió un punto que muchos firmaban en la previa, hizo un partido más que correcto, sigue sin perder y afuera de la zona de descenso. Para colmo, viene un partido de local ante un rival directo, como para alejarse todavía más del fondo de la tabla de promedios. Dejo esto como introducción para sentar postura, para entender cuánto vale lo hecho el lunes.
Si me das todo igual, todo idéntico (los matemáticos o economistas dirían “ceteris paribus” -todas las demás variables constantes-), la condición de visitante, el rival líder, los 60 minutos con un hombre menos, los dos goles convertidos a un adversario que había recibido sólo uno en seis fechas, esto es para estar más que conforme. Lo que ocurre es que justo es Lanús, y como es Lanús y les quiero ganar hasta en un torneo de salivazos, me quedo pensando en lo que era 2-0 hasta los 12 del segundo tiempo. Qué sé yo, mambos.
Y ahí no podés sino rebobinar. Ellos son un equipazo, para qué vamos a negarlo. Juegan en serio, se les caen de los bolsillos los tipos de buen pie y muy probablemente peleen el título hasta el final. A esos muchachos se les plantó Quilmes. Y se les plantó con argumentos, con una idea, con un circuito de juego más que interesante, con dinámica y con expectativas ciertas de llevarse un triunfo en el que nadie fuera de nuestro micromundo creía.
No soy muy amigo de hablar de los arbitrajes, pero a veces son referencia ineludible. No se puede negar bajo ningún aspecto que Loustau es responsable directo del resultado: Quilmes recibió 6 tarjetas amarillas en el primer tiempo por la misma cantidad de infracciones. Como consecuencia, un jugador clave como Mansilla se fue a duchar a la media hora por dos faltas comunes. Si a todo eso le agregás que tenés enfrente a los que te describí un párrafo más arriba, y encima después no te dan un penal que vio hasta Julio Ricardo, bueno, qué sé yo.
No te digo que si no echaban a Jacobo lo ganábamos sí o sí. Lo evidente es que hasta esa incidencia el Cervecero ganaba bien, hacía su trabajo y complicaba a Lanús. Quizá 11 contra 11 te terminaban encerrando igual, sí, es probable. Pero dejame verlo, no me obligues a jugar a otra cosa. No me cambies los planes. Y no te pido que me des lo que no es, pero si aun después de esa expulsión, al arquero rival se le ocurre tacklear a uno de los míos, estaría bueno que lo cobres.
No voy a caer en la paranoia de Independiente, porque puede ser verdad o no, y acá estamos para contar lo que se ve. Lo que se vio es que a Quilmes lo perjudicaron flagrantemente. Ojalá sea la última vez. Y si fuera cierto que hay animosidad para tirarnos al bombo, les tengo una mala noticia. Tendrán que hacer otra cosa. El equipo ya lo demostró. De guapos no nos van a ganar nunca, así que ni vale la pena que lo intenten.