Qué más decir que esto. No alcanzan las notas. No alcanzan los párrafos. Se quedan cortas las líneas, las páginas, las entrevistas. Ríos de tinta han corrido durante ya casi seis años y nada fue suficiente para describirlo con justicia y pertinencia. Y si no se puede eso, imagínate si se va a poder agradecerle como merece. Y a este idilio plagado de momentos imborrables por lo bueno y lo malo, cada día se le suma un nuevo capítulo.
No voy a explicar yo la idiosincrasia del hincha de Quilmes. Sabemos perfectamente cómo sentimos y cómo vivimos el amor por nuestro club. No sé si somos mejores o peores, tampoco me interesa. Sí tengo claro que somos bien distintos a los demás. Pero esto lo sabemos nosotros y nadie más. Es muy difícil que venga alguien de afuera y capte el sentido de pertenencia que se vive acá, que va mucho más allá de 90 minutos semanales de fútbol. Muy difícil. No imposible.
Porque hay uno que rompió esa barrera. Hay un tipo que entendió todo desde el primer momento. En tiempos donde el fútbol argentino es apenas un álbum de figuritas que se mueven de una página a otra sin noción alguna del propio paso del tiempo y, además, los cracks aparecen muy de vez en cuando, Miguel Eduardo Caneo se tatuó la Blanquita por adopción. Nadie puede ya dudar de sus cualidades como jugador, pero tampoco de cómo siente nuestra camiseta.
En esta historia que todos conocemos y muchos han contado, el jueves último se escribió un nuevo capítulo. Después de un año jodido -en el que igual se las arregló para dejar marcas indelebles como el tiro libre en Santa Fe o el agónico gol a Newell’s-, el Chino se calzó la cinta de capitán del barco ante el éxodo imparable del plantel anterior. Vivas, para la segunda fecha, tomó la decisión de sentarlo en el banco como ya otros lo habían hecho.
Y él volvió mejor todavía, como siempre que vuelve. Recién ingresado, se decidió a romper con el tedio. Acarició la número 5 con el botín derecho y la mandó a dormir en la esquina baja de las piolas del arco que da a Ezpeleta. Y otra vez la imagen repetida: el gol y la reverencia oral de todos los que lo adoramos. Eviten confrontaciones inútiles. Miguel no calla a nadie: más bien, hace gritar a todos.
No quiero esquivar el bulto. A todos se le pueden discutir cosas porque estamos en un país libre, pero plantear una dicotomía entre dos ídolos de la institución a esta altura del partido me parece ridículo. Para mí es importantísimo tener a Vivas y a Caneo (y a Braña, y a Benítez, y a Garnier). Quilmes es mucho más que todos ellos, está claro. Pero ellos son parte de nuestra historia reciente y todos merecen respeto. Intentar dividirlos es poco menos que soñar un club cada vez más chico.
Perdonen la digresión, vine a otra cosa. Sabrán disculpar a este firmante que se debía este descargo hace mucho tiempo. Y en el marco de un triunfo que vale muchísimo, que costó otro tanto y que habrá que revalidar en lo inmediato, me pareció menester saldar esta deuda personal, casi intrínseca. Al mejor jugador que vi con mi camiseta a mis 22 años, al más determinante. Gracias. Y no te vayas nunca. No te quiero extrañar más.