Bien podría ser ésta la pregunta que se encuentre boyando en la cabeza de los jugadores de Quilmes. En el instante en el que se vieron con el marcador en ventaja y un hombre de más por la expulsión de Eros Medaglia, todo parecía indicar que con el desarrollo tan favorable del juego (donde había sido amplio dominador) era imposible finalizar con una derrota. Sin embargo Vélez (o el destino) tenía guardada una carta más, y al cantar “truco”, se terminó llevando un “uno por uno” con un cinco frente al ancho de basto que Quilmes no pudo tirar finalmente. Así, entonces, si cuando tenías una buena mano, y habías “hecho primera”, se repartieron porotos, ¿cuándo vas a ganar?
No es la intención generar una sensación derrotista con esta reflexión o posible pensamiento de los protagonistas, sino tal vez apelar a lo lúdico o fortuito, ya que, más allá de la desinteligencia puntal en la pelota parada donde el equipo de Liniers sentencia el empate, es la explicación más “lógica” para esta “ilógica” igualdad. Muy en vano sería la discusión de “quién tenía la marca” de Cardozo, ya que en el envío aéreo se ve perfectamente cómo quedan tres hombres de blanco libres para recibir; aleatoriamente fue el número treinta, pero bien pudo haber sido cualquiera de sus otros dos compañeros, habilitados por Martínez, quien también había soltado a su hombre.
Teniendo en cuenta lo anterior, es imperioso quedarse con lo positivo de lo construido en estas dos presentaciones del equipo con Blas Armando Giunta como director técnico. Existe un cambio de ideología bien claro; ni mejor, ni peor, distinto. Tal como lo describen los propios protagonistas, el mensaje es “más sencillo” y así también la propuesta y el juego. Los protagonistas se encuentran “cambiando el chip” partiendo de una idea de culto a la posesión del balón (la del cuerpo técnico anterior) a una más emparentada con lo vertical, vertiginoso y simple: llegar al arco contrario en no más de tres o cuatro toques. De a momentos esto lo logró plasmar en el campo de juego a los largo de estos ciento ochenta minutos, y en otros pasajes (fundamentalmente el primer tiempo en La Plata) no. Sin embargo, hay algo que es real y concreto: antes el tópico era la falta de gol de Quilmes por la imposibilidad de generar situaciones; hoy, si bien el problema final termina siendo similar, el de fondo es la falta de definición, porque ahora el casillero del “ping pong” registra ocasiones en buen número, aunque no en la proporción necesaria respecto de los goles, como para garantizar partidos. Exactamente eso es lo que sucedió frente al mix de reserva y suplentes de primera de Vélez Sarsfield el día domingo.
Innecesarias, odiosas e improductivas son las comparaciones entre un ciclo y otro (además de absurdas luego de tan sólo dos partidos de Giunta al frente del equipo). Sin embargo, más allá de una postura personal en sintonía con la propuesta teórica de Nelson Vivas (a pesar de sus dificultades en la práctica, y en la interpretación de la misma) hay que hablar de un plantel que claramente se está sintiendo mucho más a gusto con la “simpleza” que propone el estandarte del “huevo” otrora en su etapa de jugador. Existe una comodidad notoria que se advierte desde lo discursivo, pero a su vez en los hechos en el rectángulo de juego, donde el volante izquierdo es por naturaleza tal, el nueve va de centrodelantero, al que le gusta desbordar se lo encuentra pegado a la raya, y el diez donde quiera pero siempre con la pelota bajo la suela. La metáfora del “inodoro en el baño” aplica entonces a la perfección.
Sobre estos pequeños logros habrá que reconstruir una identidad que de alguna forma se vio diezmada por la coyuntura, los cambios, las pruebas y los resultados, pero que rápidamente se puede reflotar a partir de la confianza de los propios protagonistas, conociendo limitaciones para potenciar virtudes, y combinando de la mejor forma posible experiencia y juventud, pensamiento y dinámica, cualidades que tal vez se encuentren en distintas figuras individuales dentro del plantel, pero que a partir de la amalgama de un once inicial que tiene que ir empezando a salir de memoria, puede pensarse a nivel grupal. La pregunta entonces de “si no es éste, ¿cuál?” tendrá que responderse rápidamente el día sábado en un contexto favorable frente a un rival más que directo en la disputa por “evitar el barro”, que llega con bajas y necesidades, para poder lograr así traducir los buenos síntomas en unidades.