Que sea para siempre

Gritalo, cantalo, abrazate con todo el mundo, revoleá la camiseta, hace lo que quieras pero desahogate. Si si si si Quilmes se queda en primera. De la mano de los pibes de Alsina y Lora, de la mano de esos mismos que el que se cree el dueño tildó de tomates, de la mano de esos retoños que crecen día a día para defender estos colores.

La emoción que se vivió en el Centenario no tiene precio ni explicación, ver esa mole humana abrazada después del gol de Pérez Godoy fue algo onírico, totalmente surrealista. Este es nuestro Quilmes; el que sufre, el que se desgarra, el que se retuerce y hasta a veces se arrastra, pero que de vez en cuando te da estas alegrías que hacen valer la pena todo lo malo.

Se ganó un partido chivo por donde se lo mire, dificil, angustioso y yendo totalmente de punto. Se triunfó con oficio, reduciendo la pilcha de decano, la más linda camiseta de campeón que jamás se haya visto en este loco mundo. Se ganó con guapeza, con entereza, con firmeza y desición. Pero digamoslo: también se ganó con talento. El talento y la seguridad de Benítez demostrando que el arco Cervecero no le pesó en lo absoluto. El talento y la firmeza de Alegre adaptandose al lateral derecho y cumpliendo una más que sobria tarea. El talento y la sorpresa de Suarez, que siendo un central nato se convirtió en uno de los mejores marcadores izquierdos del torneo, el talento, la cálidad y los huevos de Carrasco que se comió cruda toda la cancha en una gamba, el talento y la humildad de Matias Morales que aportó muchísimo para lograr el objetivo, el talento y la vaselina de Pérez Godoy para sentenciar la historia.

No me quiero olvidar de Ríos, del Pitu, de lo enorne que es el Chapu Braña y nobleza obliga darle el merecido mérito a Ricardo Caruso Lombardi, que a pesar de su irritable faceta mediática demostró ser un tipo que sabe, y mucho de fútbol.

Y si bien la dirigencia tuvo el acierto de ir a buscar al tipo que en definitiva nos salvó de jugar en la B (hay que reconocerlo), tampoco pensemos que el club está bien. Todo lo contrario.
El pasivo es gigante, las actividades amateurs están desprovistas y descentralizadas, hay demasiados dirigentes ausentes, huelgas de empleados y baches por doquier. Festejemos pero tomemos conciencia. Que esta vez se hagan las cosas realmente bien.

 

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